miércoles, 25 de marzo de 2015

1º BACHILLERATO. REPRODUCCIÓN

2º BACHILLERATO. MUTACIONES

La dieta mediterránea no solo es más sana, también contamina menos

Un estudio concluye que el menú que tradicionalmente se consume en España deja una huella de carbono menor que las de EE UU o Reino Unido

La huella de carbono media diaria de la dieta mediterránea es de 5,08 kg de CO2 equivalente. / WIKIMEDIA COMMONS


Las consecuencias del cambio climático se extienden desde la extinción de especies hasta el aumento del nivel del mar o la diseminación de enfermedades. Por ello, desde hace años los investigadores luchan para paliar sus secuelas, incluso limitando la contaminación provocada por el consumo de alimentos.
Un nuevo estudio en el que participan el Complejo Hospitalario Universitario de Huelva, la Universidad Jaume I de Castellón y la Universidad de Huelva analiza la huella de carbono de los menús que se sirven diariamente en España, basados en una dieta básicamente mediterránea, y los compara con los ingeridos en países anglosajones, como Reino Unido o EE UU.
Se analizaron un total de 448 comidas y 448 cenas repartidas durante todas las estaciones del año
“Combatir el cambio climático es una prioridad internacional que debe ejecutarse en todos los ámbitos, como en el entorno familiar, teniendo en cuenta nuestra alimentación diaria”, explica Rosario Vidal, primera autora del estudio e investigadora del departamento de Ingeniería Mecánica y Construcción de la institución valenciana.
Los datos se recogieron en el Hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva, en el que se analizaron un total de 448 comidas y 448 cenas repartidas durante todas las estaciones del año para satisfacer unas necesidades calóricas medias de 2.000 kcal.
Para el equipo de investigadores las cifras son ampliamente extrapolables. “Estos menús podrían haberse servido igualmente en cualquier colegio, restaurante o casa española. Las recetas analizadas incluyen algunos platos tan típicos como gazpacho andaluz, pisto manchego, paella o puchero”, añade Vidal.

Qué es la huella de carbono

La huella de carbono expresa la cantidad de dióxido de carbono equivalente causante del calentamiento global (se mide en kg de CO2equivalente). Además del dióxido de carbono, diferentes gases contaminantes contribuyen al cambio climático, como el metano.
Cada uno de ellos tiene un potencial de calentamiento global –proporcionado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)– relativo al causado por una unidad de dióxido de carbono. En el caso del metano, este posee un potencial de calentamiento de 25, lo que significa que se contabiliza como 25 kg de dióxido de carbono equivalentes.
Durante la investigación se confeccionó una base de datos con la huella de carbono de alimentos cultivados, pescados o producidos –fundamentalmente en España–, y se calculó la huella de carbono de cada plato y menú simplemente multiplicando por la cantidad requerida en bruto para su preparación.
La huella de carbono media diaria obtenida fue de 5,08 kg de CO2equivalente (CO2e), muy inferior a la media en EE UU, estimada entre 8,5 y 8,8 kg de CO2e, o la de Reino Unido, estimada en 7,4 kg de CO2e; todas ellas para la misma ingesta calórica. Además, se obtuvo la huella de carbono para otras 17 dietas terapéuticas como dieta blanda, líquida, hipoproteica o hiperproteica.
“Las diferencias entre el valor medio de la dieta mediterránea y la de los países anglosajones se deben a que en España se consume mucha menos carne de vacuno –uno de los alimentos con mayor huella de carbono– y se toman más verduras y frutas, con baja huella de carbono”, afirma la experta. “Por eso, no solo es más sana, sino que nuestra dieta es también más ecológica”.

martes, 24 de marzo de 2015

Los corales narran la historia del cambio climático

Científicos británicos elaboran una historia del océano Atlántico con el estudio de los corales marinos para rastrear la huella de los cambios climáticos sobre la Tierra


Miembros del equipo estudian los corales.


El futuro de la investigación sobre el cambio climático podría estar entre Tenerife y Puerto España, en Trinidad y Tobago, las dos orillas del Atlántico. Un proyecto científico financiado por la Unión Europa investiga desde hace cuatro años los corales y los sedimentos de los fondos marinos oceánicos a lo largo de los miles de kilómetros que separan una y otra ciudad. En ellos podría estar la huella de cambios climáticos pasados y la clave de los futuros. “Datando los corales, observamos que su surgimiento va y viene a lo largo del tiempo y nuestra hipótesis es que esto está relacionado con períodos de cambio climático”, indica la responsable de la investigación, Laura Robinson, de la Universidad de Bristol.
En el pasado ha habido períodos en los que el clima global ha cambiado rápida y bruscamente, y no solo por la actividad del Sol o la fusión del hielo, sino también por la toma o liberación de CO2 por parte de los océanos. “Así pues”, explica Robinson, “reconstruyendo los registros climáticos del pasado estableceremos cuándo y por qué se produjeron esos cambios climáticos y con qué consecuencias, lo que nos dará información para establecer modelos con los que hacer proyecciones del cambio climático en el futuro”.
En los océanos hay actualmente más CO2 que en la atmósfera, unas 60 veces más. Los océanos son un sumidero esencial del llamadocarbono antropogénico, es decir, el CO2 generado por la actividad humana. Uno de los riesgos que los científicos están analizando de cara al futuro es la posibilidad de que el océano invierta su papel y pase de atrapar CO2 a liberarlo, lo que podría causar una catástrofe ambiental a nivel mundial.

El proyecto, financiado por la Unión Europea, investiga cómo evolucionará en el futuro la absorción de CO2 por los océanos
“Por ese motivo, comprender cómo funcionan los océanos es esencial porque pequeños cambios en ellos pueden tener un efecto muy profundo en la atmósfera”, explica Robinson.
Uno de los puntos centrales de investigaciones como esta reside, precisamente, en la toma del carbón antropogénico por parte de los océanos, un proceso que está haciendo decrecer el PH de los mismos, es decir, los está volviendo más ácidos, lo que es devastador para la biodiversidad de sus ecosistemas. “Tenemos que tratar de evaluar cuánto CO2 exactamente están tomando, si el ratio está cambiando o, de lo contrario, si cambiará y si podremos prever cuándo será ese cambio”, puntualiza Robinson.
Uno de esos períodos en los que se produjo un cambio climático brusco y rápido fue en la transición entre la última glaciación, hace unos 20.000 años, al más cálido período del Holoceno, que comenzó hace 10.000 años.

La investigación ha realizado grabaciones inéditas de los fondos marinos para vigilar la evolución ambiental de estos ecosistemas
“Durante ese tiempo”, detalla Robinson, “el clima no cambió hacia un calentamiento estable y suave. Los registros climáticos muestran que, al contrario, los cambios sucedieron en saltos bruscos en una escala de décadas y no estaban sincronizados entre el hemisferio norte y sur”.

Datando los corales, datando el clima

Para reconstruir el pasado climático de la Tierra, el equipo liderado por Robinson analiza miles de muestras de corales y de sedimentos marinos recogidos del fondo del océano Atlántico durante la expedición científica de 48 días realizada entre octubre y noviembre de 2013 a bordo del buque James Cook, un nombre que no es fortuito: en junio de 1770, el explorador británico de dicho nombre se convirtió en el primer europeo en navegar sobre la Gran Barrera de Coral de Australia, el mayor arrecife de corales del mundo. Más de dos siglos después, otros corales, los del Atlántico, pueden ofrecer la clave para comprender el futuro del cambio climático.
“Uno de nuestros mayores logros hasta ahora ha sido establecer la edad de dichos fósiles corales”, comenta Robinson. Una vez datados, el equipo de Robinson se centra ahora en investigar por qué esos cambios han podido ocurrir, para lo que están comparando la edad y la profundidad de las muestras recogidas con la ubicación de poblaciones modernas de corales.
El equipo ha hallado patrones distintos de crecimiento y muerte de corales diferentes a uno y otro lado del Atlántico. Este proyecto ha recabado también 50 terabytes de grabaciones en alta definición que el grupo va a analizar para “establecer también controles medioambientales de ecosistemas modernos de aguas profundas”, comenta Robinson. 

domingo, 22 de marzo de 2015

GENÉTICA

El hombre decide su destino biológico

Arranca el debate sobre la modificación del genoma humano. Una nueva técnica simple y barata pone el gran tabú a tiro de cualquier laboratorio de genética



La vida lleva 4.000 millones de años despuntando, medrando y bregando para resistir a la catástrofe, venciendo los lastres del pasado e imaginando los futuros posibles, aventurándose y sobreviviendo. Pero en toda la historia del planeta nunca había ocurrido esto: que una criatura de la evolución tome las riendas de su propio destino biológico. Parece increíble, pero los científicos creen que ya hemos alcanzado ese punto, y que por tanto no tenemos más remedio que ponernos a pensar –con toda la profundidad que esté a nuestro humilde alcance— en el abismo conceptual que se abre ante nosotros. Podemos considerarnos afortunados, al menos como testigos de la historia a escala cósmica.
La gran novedad no puede tener una denominación más decepcionante: crisp, el nombre inglés de las patatas fritas de bolsa. En realidad son unas siglas –las entenderemos más abajo— que designan una nueva técnica para modificar los genomas, una técnica tan simple, barata y eficaz que pone por primera vez a nuestro alcance la posibilidad de reescribir el código genético humano: en las células enfermas del cuerpo, sí, pero también en los óvulos y espermatozoides que determinan el destino de nuestros hijos, de los hijos de nuestros hijos y de todo el linaje que emergerá de ellos. Un pasaporte al futuro.
El fin de usar esta técnica sería curar enfermedades genéticas en la línea germinal, es decir, no ya en el propio enfermo, sino en sus hijos y el resto de su descendencia futura
Los científicos más directamente implicados en este avance se reunieron el 24 de enero en el Foro IGI de Bioética, en Napa, California, organizado por la Innovative Genomics Initiative (IGI) de la Universidad de California (en sus sedes de Berkeley y San Francisco). Su objetivo no era tanto confirmar las inmensas posibilidades de la nueva tecnología de modificación genómica –todos ellos las tenían ya muy claras— como examinar con espíritu autocrítico sus riesgos y desarrollos imprevistos, en un intento de poder atajarlos ahora que están a tiempo. El premio Nobel David Baltimore y otra veintena de investigadores presentan enScience las conclusiones de la reunión.
“La promesa de la llamada ‘medicina de precisión’ viene impulsada por la sinergia entre dos poderosas tecnologías”, explican Baltimore y sus colegas. La primera es bien conocida: el exponencial desarrollo y abaratamiento de la secuenciación (lectura) de ADN, que ha aportado ya la mayo parte de la información esencial sobre los cambios genéticos que estimulan el desarrollo de las enfermedades. La segunda es crisp.
Crisp son las siglas de clustered regularly interspaced short palindromic repeats, cuya traducción no ayuda mucho: cortas repeticiones palindrómicas agrupadas y espaciadas regularmente. Se trata de una secuencia de ADN bacteriano muy especial, con tramos cortos que se repiten a intervalos regulares y que se leen igual aunque tengan la orientación invertida (es decir, palíndromos, comoreconocer o sometemos, pero en el lenguaje del ADN).
Estas secuencias se comportan en la naturaleza como verdaderosnanoingenieros genéticos: son capaces de incorporar genes extraños, como los de un virus, y de someterles luego a una variedad de servidumbres, como activarlos, reprimirlos o introducirlos en otro lugar del genoma. Las bacterias utilizan crisp como un sistema de defensa contra virus: integran sus genes y los utilizan contra el propio agente invasor. Pero los genetistas han aprendido a usar crispcomo un vehículo para sustituir, corregir o modificar el genoma de cualquier animal.
El método ha sido probado con éxito en ratones y monos, y por tanto los científicos creen que es hora de estudiar si tiene utilidad médica para los humanos
El método crisp ha sido probado con éxito en ratones y monos, y por tanto los científicos creen que es hora de estudiar si tiene utilidad médica para los humanos. En concreto, para curar enfermedades genéticas en la línea germinal, es decir, no ya en el propio enfermo, sino en sus hijos y el resto de su descendencia futura. De momento, esto es ilegal en todos los países que han regulado la embriología humana, que son todos los que tienen la capacidad técnica necesaria. Baltimore y sus colegas creen que es hora de debatir los aspectos éticos y legales para promover las reformas legales pertinentes. O para no hacerlo, si se decide que los riesgos no compensan a los beneficios.
El premio Nobel y los demás expertos son explícitos en sus recomendaciones: asegurar que los experimentos no se intenten en algún país con regulaciones demasiado laxas; discutir en foros científicos, bioéticos y gubernamentales las implicaciones sociales, éticas y ambientales; promover la transparencia del debate y la información pública “sobre esta nueva era de la biología humana”; acordar internacionalmente un grupo representativo de expertos en genética, industria, derecho y bioética.
“La confianza pública en la ciencia”, aseguran Baltimore y sus colegas, “requiere transparencia en tiempo real y discusión abierta”. Que se siga ese consejo sería también una importante novedad.

Las mitocondrias primero

J. S.
La gran mayoría de las enfermedades hereditarias se deben a mutaciones en el genoma nuclear –el situado en el núcleo de cada célula—, y los proyectos para corregirlas, aunque ya sean técnicamente posibles, deben superar aún un dificultoso proceso para demostrar su seguridad y garantizar su legalidad. Los primeros progresos en la modificación genética de la línea germinal afectarán probablemente a un hermano menor del genoma nuclear, el pequeño ADN situado en las mitocondrias, las factorías energéticas de las células, que se transmite solo por vía materna.
“Un argumento a favor de modificar el genoma mitocondrial es que para estas enfermedades no hay una buena alternativa, explica Juan Carlos Izpisúa, del Instituto Salk de California, uno de los principales investigadores que está promoviendo esta técnica. Con las enfermedades del genoma nuclear existe actualmente la posibilidad del diagnóstico preimplantacional: generar una docena de embriones por fecundación in vitro, analizar su ADN e implantar solo los que estén libres de la mutación. Pero, mientras que el genoma nuclear es único, en cada célula hay cientos o miles de mitocondrias, unas mutantes y otras no, lo que hace inviable ese tipo de diagnóstico.
Hay otra alternativa aprobada hace muy poco en el Reino Unido, conocida popularmente como los “hijos de tres padres”. Consiste en sustituir las mitocondrias enfermas de un óvulo por las de una donante sana, y después fecundar el óvulo con un espermatozoide (total: tres progenitores). Pero en este caso el genoma mitocondrial y la mitad materna del nuclear provienen de personas distintas, y hay evidencias en ratones de que pueden ser incompatibles y conducir a efectos indeseados en el feto.
El crisp y otras técnicas relacionadas son capaces de corregir las mutaciones mitocondriales en el óvulo (o en el óvulo fecundado), y esto evitaría todos los problemas anteriores. Pese al precedente (relativo) del Reino Unido, probar la validez de esta técnica en humanos requiere algunas modificaciones legales en la mayoría de los países. Izpisúa ha tanteado al Ministerio de Sanidad español, sin ningún éxito. Los experimentos se llevarán a cabo en Estados Unidos, donde es posible crear embriones con fines de investigación, siempre que no se utilicen fondos públicos.

viernes, 20 de marzo de 2015

Un plan local para salvar el patrimonio natural de la humanidad

Un grupo de investigadores afirma que medidas locales asequibles pueden contrarrestar los efectos del cambio climático global

Flamencos en el humedal de Doñana / HÉCTOR GARRIDO


Las dimensiones del problema que supone el cambio climático pueden llevar al fatalismo. Nada de lo que una persona, o incluso un pequeño Estado, haga a título individual servirá para detener el desastre. Evitar la parálisis que produce ese fatalismo es uno de los motivos por los que un grupo internacional de investigadores ha publicado un artículo en la revista Science en el que se avisa del peligro inminente al que se enfrentan muchos espacios naturales que son Patrimonio de la Humanidad. En él se recalca la posibilidad de actuar a nivel local sin necesidad de inversiones inabarcables para frenar los daños del cambio global.
Los lugares que sirven de ejemplo a los autores son la Selva Amazónica, la Gran Barrera de coral en Australia y Doñana en España. En el último caso, según explica Andrew Green, investigador en la Estación Biológica de Doñana (CSIC), la entrada de nutrientes en el parque por el uso de abonos y aguas residuales combinada con el impacto de la extracción de agua subterránea sobre los aportes de agua son una amenaza para el parque. “En Doñana sabemos que desde 2001 hay una nueva especie de helecho, que es una señal de eutrofización [el enriquecimiento de nutrientes de un sistema], que se explica porque la cantidad de fósforo y fosfato se ha incrementado mucho durante los últimos años”, señala Green. Estas plantas flotantes perjudican a la biodiversidad, poniendo en peligro plantas y animales que vivían en el humedal.
El incremento de la temperatura asociado al cambio climático favorece la expansión de estos helechos y de algunas algas tóxicas, pero aunque puede ser difícil reducir la temperatura media del planeta, hay acciones a nivel local con un gran impacto potencial. Los datos obtenidos por todo el mundo muestran que una reducción de las concentraciones de nutrientes de un tercio puede compensar el efecto del incremento de un grado sobre el riesgo de proliferación de las algas tóxicas.

El dinero no es el factor decisivo

En el cuidado de los entornos naturales el dinero es importante, pero no siempre es el factor decisivo. Los autores del artículo que hoy se publica en Science contraponen dos ejemplos de esta circunstancia. En Brasil “una combinación de intervenciones políticas y acuerdos voluntarios ha ralentizado la deforestación de la Amazonía a un cuarto de su ritmo histórico”, explica Daniel Nepstad, director ejecutivo del Earth Innovation Institute. Ahora, el esfuerzo en ese país se centrará en afianzar ese éxito incrementando el trabajo para reducir la tala y limitar los incendios.
En el otro extremo se presenta la Gran Barrera de Coral de Australia, un país con más recursos económicos que Brasil, pero que, según los investigadores, no está tomando las medidas necesarias para asegurar la conservación de este entorno natural. “Es un desastre que se está produciendo poco a poco. La barrera de coral necesita que se reduzca la contaminación de los vertidos agrícolas y el dragado de puertos, menos emisiones de CO2 de los combustibles fósiles y menos presión sobre la pesca. Irónicamente, Australia sigue planificando la explotación de nuevas minas de carbón y la expansión de puertos de carbón, frente al esfuerzo global para caminar hacia la energía renovable”, apunta Terry Hughes, coautor del artículo.
Green reconoce que los datos que sugieren que este tipo de actuaciones podrían ser útiles en Doñana proceden de investigaciones en otros lugares del planeta. “Falta investigación para saber los costes y cuántas medidas hay que tomar en Doñana, también porque ha habido recortes para hacer seguimientos”, afirma Green. “Se ha dejado de financiar cualquier tipo de seguimiento que no sea de aves, y sería necesario seguir financiando al menos los seguimientos de la situación del agua”, añade. Con este objetivo, la Junta de Andalucía proporcionaba 300.000 euros anuales que se suprimieron.
La Unesco, que incluyó Doñana en su lista de lugares patrimonio de todos los humanos, considera también que el riesgo de deterioro del paraje es elevado. “Las medidas necesarias para paliar estos problemas no son necesariamente caras”, asegura Marten Scheffer, presidente del Departamento de Ecología Acuática y Gestión de la Calidad del Agua de la Universidad de Wageningen, Holanda. “Es más fácil en países ricos que en países pobres, pero tenemos ejemplos como Brasil, que no es uno de los países más ricos y ha logrado éxitos frente a la deforestación en la Amazonía”, añade.
Scheffer también comenta la necesidad de valorar los costes de mantener estos ecosistemas dentro de unos límites de seguridad ecológica razonables y ponerlos frente a las ganancias de actividades económicas que los pueden deteriorar. En el caso de la Gran Barrera de Coral de Australia, el país debería tener en cuenta las consecuencias de dañar la reputación de un entorno que genera 6.000 millones de euros en turismo.
En la Amazonía, se debería valorar además las funciones de este inmenso pulmón como sumidero de dióxido de carbono. Esta misma semana, un artículo en la revista Nature, afirmaba que la cantidad de CO2 devorada por la selva es la mitad que en los 90 y ahora, por primera vez, es menor que las emisiones de los países latinoamericanos.

Descubierto el origen del “animal más extraño” según Darwin

El análisis de proteínas de varios fósiles esclarece la procedencia evolutiva de dos mamíferos extintos que descubrió el naturalista durante su viaje en el 'Beagle'

Reconstrucción del 'Macrauchenia' descubierto por Charles Darwin. / PETER SCHOUTEN


En 1833, Charles Darwin era un geólogo veinteañero a bordo delBeagle que ignoraba cuánto iba a cambiar su vida. Un día, en Uruguay, compró por unos peniques un cráneo fósil al que los niños habían cosido a pedradas. Era una rareza y, por su tamaño, bien podía haber tenido la talla de un elefante africano. Después encontró un diente que encajaba a la perfección en la calavera. Para su sorpresa, los incisivos parecían de una rata gigante. Darwin lo describió como “uno de los animales más extraños jamás descubiertos” y siguió adelante. Meses después, en Argentina, halló el fósil de otro mamífero enorme que tenía cuello de camello y una trompa que recordaba al elefante.
Lo que no pudo hacer fue identificar el origen de aquellos enormes mamíferos extintos de América. ¿Estaban emparentados con los elefantes africanos o con las llamas y los roedores americanos? Desde entonces muchos otros expertos han intentado, sin éxito, responder a esta pregunta estudiando la extraña morfología de los huesos. “Nadie tenía ni idea del lugar que ocupan estos animales en la radiación de los mamíferos”, detalla a Materia Ian Barnes, investigador del Museo de Historia Natural de Londres. Ahora, gracias a la ayuda de algunos de los mayores expertos del mundo en rescatar material biológico de fósiles, Barnes ha conseguido resolver el enigma.
Reconstrucción del 'Toxodon' / PETER SCHOUTEN
Barnes y el resto de su equipo han conseguido aislar proteínas de colágeno de restos de ambos animales, conocidos como ToxodonMacrauchenia. Es una técnica que ya se ha usado con huesos de dinosaurio y a la que se recurre cuando no se puede extraer ADN debido al deterioro por el clima o el tiempo. En ambos casos el análisis del colágeno permite fragmentar esta proteína en sus piezas básicas, los aminoácidos, compararlas con las de otros animales (un caballo extinto e hipopótamos y tapires actuales), y dilucidar el origen evolutivo de una especie.
Los animales descubiertos por Darwin pertenecieron a un grupo de ungulados primitivos, hermanos de los ungulados actuales como el rinoceronte, el caballo o el tapir, según el trabajo publicado hoy enNature por Barnes y el resto de un equipo internacional de científicos. Ninguna de las dos especies estaba emparentada con los afroterios, animales genuinos de África como el elefante o el cerdo hormiguero.

El árbol de la evolución

El descubrimiento no es solo importante por haber recuperado proteínas de fósiles que tienen más de 12.000 años y por las posibilidades que esta técnica abre en el futuro, sino por un significado que Darwin supo intuir a la perfección. En lugares diferentes y momentos diferentes, la vida desarrolla y mezcla adaptaciones similares, como el largo cuello de camello de losMacrauchenia o los redondeados cuerpos de los manatíes, otros afroterios que a simple vista podrían confundirse con focas o morsas, pero cuyo pariente terrestre más cercano es el elefante.
Tras descubrir el Toxodon, Darwin escribió asombrado: “¡De qué forma tan maravillosa están diferentes órdenes [de animales] hoy bien separados mezclados en diferentes puntos en la estructura delToxodon!”. Según su biógrafo Peter Bowler, lo visto en estos fósiles fue justo lo que necesitaba para acuñar una de las ideas claves de su teoría: la evolución no es una escalera que progresa de menos a más, sino un árbol que se ramifica constantemente.

Reino Unido crea la mayor reserva marina del mundo

El Gobierno de David Cameron protege una extensión de 830.000 kilómetros cuadrados en las islas Pitcairn, en el Pacífico Sur

Una de las especies fotografiadas durante una expedición a las islas Pitcairn en 2012 /ENRIC SALA/NATIONAL GEOGRAPHIC

Reino Unido ha creado la mayor reserva marina del mundo. Según ha anunciado hoy el Gobierno como parte de sus últimos presupuestos, la zona protegida se establecerá en torno a las islas Pitcairn, el último territorio británico de ultramar en el océano Pacífico. Se trata de un área de más de 830.000 kilómetros cuadrados (más de tres veces la superficie de Reino Unido) en el que quedarán prohibidas actividades como la pesca o la perforación en busca de petróleo y otros materiales. La única excepción a esas limitaciones serán los 54 habitantes de la isla Pitcairn, la única habitada de las cuatro que forman el archipiélago. Sus habitantes son los descendientes de los amotinados del barco de guerra Bountyy las mujeres tahitianas que trajeron consigo a finales del siglo XVIII.
“Se trata de una de las últimas zonas prístinas del océano, con un importante arrecife de coral”, explica a Materia Enric Sala, explorador de National Geographic y uno de los mayores promotores del proyecto para proteger esta zona. Últimamente, dice, las islas se han visto amenazadas por la pesca ilegal de tiburones y otras especies, principalmente por barcos asiáticos. La importancia de mantener zonas de océano como esta es clave para estudiar el impacto de las actividades humanas en otras aguas, explica.
La reserva es el hogar de más de 1.200 mamíferos, aves y peces, además de otras especies únicas, como la planta marina que vive a mayor profundidad (382 metros), según una nota de prensa de National Geographic.
La decisión llega seis meses después de que Barack Obama anunciasela creación de la mayor red de reservas marinas del mundo, también en el Pacífico. Años antes, países como Australia ya habían propuesto medidas similares. Reino Unido ya albergaba la reserva continua más grande del mundo, la de las islas Chagos, en el Índico.
La nueva zona protegida ha sido anunciada hoy por el ministro de Economía, George Osborne, en el Parlamento Británico. El momento del anuncio no es casual, pues se ha incluido en los presupuestos para 2015, los últimos que preparará el actual Gobierno y a menos de dos meses de las elecciones del 7 de mayo.
Hace unas semanas, organizaciones ecologistas, científicas y personajes de la vida pública pidieron al Gobierno que crease varias reservas marinas tanto en el Pacífico como en el Atlántico. Finalmente, el Gobierno de David Cameron ha aprobado la opción de las Pitcairn.

miércoles, 18 de marzo de 2015

2º BACHILLERATO EXPRESIÓN GÉNICA. TRANSCRIPCIÓN Y TRADUCCIÓN

Olvidar es necesario para guardar los recuerdos relevantes

Un estudio identifica el proceso por el que el cerebro elige lo que va a recordar y elimina las memorias que pueden dificultar su recuperación

Neurociencia
Incluso los recuerdos más emotivos pueden no ser realesar
El escritor Ray Loriga decía en Tokio ya no nos quiere algo que los científicos llevan tiempo advirtiendo: “La memoria es el perro más tonto, le tiras un palo y te devuelve cualquier cosa”. Para desilusión de muchos, numerosos estudios han mostrado que nuestras memorias están manipuladas y que es posible incluso que los momentos más emotivos de nuestra vida, como el nacimiento de un hijo o el encuentro con un gran amor, no sucedieran como los recordamos. El cerebro no funciona como una grabadora fidedigna de los hechos. Como el perro tonto o caprichoso, recupera lo que quiere y, aparentemente, no lo que se le pide.
En los últimos años, en su esfuerzo por comprender los mecanismos de la memoria, la neurociencia ha descubierto algo que puede resultar sorprendente: en el camino hasta el lugar donde podemos recuperarlos, "los recuerdos provocan el olvido". La memoria funciona por asociación y cuando se trata de recuperar un recuerdo es posible que nuestro cerebro tenga que elegir entre varias memorias relacionadas que compiten entre ellas. Si uno intenta recordar un partido de fútbol, por ejemplo, habrá otros partidos que el cerebro deberá descartar para llegar a la información deseada. Algo similar sucede con las contraseñas de algunos bancos, que, por razones de seguridad, se tienen que cambiar cada pocos meses. Aunque inicialmente solo se ha de recordar una contraseña, poco a poco se solapan las viejas con las nuevas. Esto hace que en un principio, como si fuese un ordenador atestado de datos que tiene que trillar, el cerebro necesite gastar mucha energía para elegir la memoria adecuada. Sin embargo, una vez que se seleccionan las memorias relevantes y se suprimen las que no lo son, los recursos necesarios para volver a recuperar una memoria son mucho menores.
Esta semana, un equipo de investigadores de las universidades británicas de Birmingham y Cambridge ha logrado aislar los mecanismos del olvido que facilitan el recuerdo en el cerebro humano. Para lograrlo, los científicos, que han publicado su trabajoen la revista Nature Neuroscience, utilizaron un sistema de imagen por resonancia magnética (MRI) para medir la actividad cerebral cuando a un grupo de voluntarios se les pedía que recordasen memorias concretas basadas en imágenes que les habían mostrado con anterioridad. Con esta técnica fueron capaces de conocer a nivel neuronal el destino de las memorias que finalmente resultarían borradas.

Recordar hace olvidar

Durante cuatro rondas en las que se pidió a los voluntarios que recuperasen una memoria concreta, se observó cómo esa memoria se volvía cada vez más vívida mientras otras que podrían competir con ella se iban desvaneciendo. Michael Anderson, investigador de la Universidad de Cambridge y coautor del estudio, reseña que “aunque la gente piensa que el olvido es algo que sucede sin querer, esta investigación muestra que la gente tiene un papel más relevante de lo que piensa a la hora de decidir qué van a recordar”.
En un comunicado de la Universidad de Birmingham, Maria Wimber, coautora del trabajo, consideraba que estos hallazgos "tienen importancia para cualquier cosa que dependa de la memoria". "Un buen ejemplo son los testimonios de los testigos. Cuando se pregunta a un testigo que recuerde una información específica sobre un suceso, y se les pregunta una y otra vez, se podrían estar deteriorando las memorias asociadas dando la impresión de que una memoria es incompleta", afirma. "En realidad, la evocación repetida les está haciendo olvidar los detalles", concluye.
Anderson menciona también que este tipo de estudios puede enseñarnos cuáles son los procesos detrás de la memoria selectiva que hace que recordemos lo que nos conviene o incluso sobre el autoengaño. Al fin y al cabo, es posible que el perro de la memoria no sea tan tonto y, en realidad, traiga cualquier cosa y no el palo que lanzamos porque es lo que en el fondo queríamos recuperar.

martes, 17 de marzo de 2015

Transformadas células cancerosas en inocentes glóbulos blancos

Científicos de EE UU convierten en laboratorio una leucemia en defensas del organismo

El investigador Ravi Majeti, estudios contra el cáncer
El investigador Ravi Majeti, de la Universidad de Stanford (EE UU) / U. STANFORDr
En el mundo visible, el equivalente sería transformar de golpe y porrazo a los bárbaros asesinos del Estado Islámico en trabajadores sanitarios de Médicos Sin Fronteras. En el mundo invisible para el ojo desnudo, lo que ha hecho un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford (EE UU) es transformar células de un cáncer de la sangre en inofensivos glóbulos blancos, las defensas de nuestro organismo.
El avance se ha conseguido casi por casualidad. Los científicos habían aislado en el laboratorio células cancerosas de un paciente con leucemia linfoblástica de células B precursoras, un tipo de leucemia agresiva que provoca una multiplicación de glóbulos blancos inmaduros, y por lo tanto inútiles, en la médula ósea del interior de los huesos y en la sangre. Como si se tratara de una piscina de pirañas en un zoológico, los investigadores, dirigidos por el médico Ravi Majeti, lanzaban a las células cancerosas todo tipo de nutrientes para intentar mantenerlas con vida y poder estudiarlas. Hasta que uno de sus jóvenes investigadores, Scott McClellan, se percató de que las células dañinas se estaban convirtiendo en inofensivos macrófagos, unas células defensivas capaces de engullir y hacer desaparecer microbios nocivos e incluso células cancerosas.
Una vez identificada la causa de la metamorfosis —un cóctel de proteínas que se pegan a determinadas secuencias de ADN—, los científicos observaron que las nuevas células, pese a conservar algunas características de sus padres cancerosos, no eran capaces de desencadenar la enfermedad en ratones modificados genéticamente para no tener defensas. Para los autores, reprogramar las células tumorales para convertirlas en glóbulos blancos “puede representar una nueva estrategia terapéutica”, según publican hoy en la revista científica PNAS.

Los autores buscan ahora un fármaco que replique el efecto observado en laboratorio
En realidad, como admite el equipo de Stanford, el método no es completamente nuevo, sino que se apoya en estudios publicados desde 2004 por el investigador Thomas Graf, primero en la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York (EE UU) y en los últimos años en el Centro de Regulación Genómica de Barcelona.
Graf, según explica él mismo a Materia, no ha estudiado células cancerosas tomadas directamente de pacientes, sino líneas celulares, cultivos de células multiplicadas una y otra vez en laboratorio a partir de una muestra original. Son células como las HeLa, extraídas hace más de 60 años de Henrietta Lacks, una trabajadora de los campos de tabaco que murió a los 31 años en Maryland (EE UU) por un cáncer de útero. Los científicos mantienen vivas estas células y las multiplican para poder estudiarlas y, en el caso de las de Henrietta Lacks, identificar la causa del cáncer de cuello de útero.
Por teléfono desde Barcelona, Graf celebra una de las novedades del estudio de Stanford: el descubrimiento de que la metamorfosis de las células cancerosas a glóbulos blancos ocurre también de manera espontánea, aunque en escaso porcentaje. El fenómeno, a juicio de Graf, “hace más probable esta vía terapéutica”.

La estrategia se basa en estudios anteriores de Thomas Graf, del Centro de Regulación Genómica de Barcelona
“Lo ideal ahora sería encontrar una sustancia química que acelere esta transformación que ya ocurre espontáneamente”, explica el investigador. Su institución, el Centro de Regulación Genómica de Barcelona, llegó a patentar el método, pero dejó de pagar la patente después de un año sin éxito en su búsqueda de un fármaco que lograse esos efectos, detalla Graf. “Probamos 6.000 compuestos y no encontramos nada lo suficientemente potente”. Ahora son los investigadores de Stanford los que buscan esa sustancia química.
Otro tipo de leucemia, la promielocítica aguda, ya se combate con un tratamiento similar, basado en un pariente de la vitamina A, el ácido retinoico, combinado con quimioterapia. El ácido retinoico ayuda a convertir las células tumorales en granulocitos, otros glóbulos blancos especializados en la lucha contra las infecciones bacterianas.
En el caso de Stanford, los macrófagos actúan “como perros sabuesos a los que su dueño da a oler un objeto de la persona a la que quiere buscar”, según un comunicado de la universidad. Los macrófagos normales presentan en su superficie restos de células dañinas digeridas para que otros glóbulos blancos las ataquen. En el caso de los macrófagos procedentes de células cancerosas, conservarían un tufo químico que delataría su pasado y facilitaría la respuesta de las defensas del organismo contra el tumor, según creen los autores de Stanford.
El biólogo molecular Juan Cruz Cigudosa, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, en Madrid, es cauto con los nuevos resultados. “El estudio es interesante, pero bastante preliminar”, afirma. En su opinión, faltan más estudios con ratones que demuestren que el método curaría la leucemia linfoblástica de células B precursoras sin necesidad de combinarlo con quimioterapia, como sí requiere el tratamiento contra la leucemia promielocítica aguda. Para Thomas Graf, sin embargo, estos estudios extra no serían necesarios: “Ya han demostrado que las células transformadas no inducen leucemia”, sostiene. Solo faltaría el fármaco y comprobar que funciona en pacientes humanos.

uan Luis Arsuaga: “Es pronto para desaparecer como especie”

El divulgador científico, dotado de una extrema sencillez para abordar temas, protagoniza la segunda entrega de la serie 'Así pasen cien años', que lanza una mirada al futuro.

A este paleontólogo le gana el entusiasmo y demuestra el mismo interés por lo que ocurrió hace millones de años como por la actualidad y el futuro.

El paleontólogo Juan Luis Arsuaga, en su despacho. / GORKA LEJARCEGI
El afamado paleontólogo, codirector del yacimiento de Atapuerca, es el segundo protagonista de esta serie de conversaciones en torno al interés por saber qué habrá después de nosotros. Hemos elegido a un grupo de figuras ilustres de distintos campos, de la literatura a la ciencia, y les hemos pedido que imaginen el futuro, limitado al siglo XXII. ¿Qué esperanzas podemos tener de que nos traiga más felicidad y menos dolor? ¿Es posible pensar en un mundo más justo, más libre y más solidario?
El Big Bang, 13.800 millones de años; el comienzo de la vida, 4.000 millones; el Homo antecessor, 900.000 años; el nacimiento del Homo sapiens, entre 150.000 y 200.000 años. Preguntarle a usted por cómo será el género humano dentro de cien años le parecerá una broma… Hombre, es que un siglo no representa nada para la especie humana… Me atrevo a decir que será prácticamente igual que ahora… e incluso que hace 50.000 años.
¿Quiere usted decir que tenía razón Stephen Jay Gould cuando escribió que en los últimos 40.000 o 50.000 años no se ha producido ningún cambio biológico en los humanos, que todo lo que se ha construido ha sido con el mismo cuerpo y cerebro de siempre? Pues sí, porque se ha cambiado muy poco… Aunque, bueno, el cerebro ha disminuido un poco en todo ese tiempo, ya ven. Es que 50.000 años no son nada en tiempo geológico. Por supuesto que estoy hablando de las variaciones que han modificado nuestro esqueleto a lo largo de tantos siglos. La evolución ya ha ido haciendo su trabajo de selección…
¿Quiere eso decir que ya estamos totalmente hechos como especie, y que los individuos que forman parte de ella ya no experimentarán grandes modificaciones en el futuro? Las cosas que ahora hacemos, el automóvil, el ordenador, los móviles, ¿no generarán transformaciones significativas a los humanos? Pues no, no. En absoluto. Otra cosa son los enormes cambios que ha experimentado la conducta humana y todo lo que se ha modificado en aspectos vitales para la existencia, aunque no hayan alterado sustancialmente los rasgos generales de nuestro esqueleto. ¿Alguien podía imaginarse hace pocos años que las mujeres serían cirujanas, o jueces y procesar a los hombres? Nadie profetizó eso. Es un cambio tremendo, de una importancia enorme, pero invisible, como tantos y tantos cambios, para los huesos.
El paleontólogo Juan Luis Arsuaga. /GORKA LEJARCEGI
¿Tampoco los cambios en la familia tradicional? No tiene por qué. Que haya otro tipo de parejas es un enorme avance en la tolerancia social, por supuesto, pero estadísticamente es tan abrumadoramente mayoritaria la familia de un hombre y una mujer, con o sin hijos, que no debería significar ningún cambio que se pueda transmitir genéticamente.
Usted marca una diferencia muy interesante en su último libro, El sello indeleble, entre progreso y propósito… Una cosa es que haya progreso y otra que alguien esté detrás de él. Yo utilizo una frase, que no recuerdo haberla leído o escuchado a nadie, y es que la evolución no busca, pero encuentra. Hay gente a la que le cuesta entender que algo, por muy perfecto que sea, pueda surgir de lo que se llama azar. Que no es azar, claro, son leyes físicas. Hay quien dice que el Himalaya ha surgido por casualidad. Pues no. Es el resultado de muchas tensiones geológicas durante muchísimos siglos… No ha surgido de pronto un día el Himalaya, ¿no? Nadie pensó: voy a hacer una montaña muy alta y muy bonita. Es difícil de entender para algunas personas, pero intento explicar que la evolución encuentra soluciones. Evolucionar es solucionar problemas que uno se encuentra.
Así que si le pregunto adónde vamos… La contestación es a ninguna parte. Ya hemos llegado. Pero vamos a seguir llegando, tal y como decía antes, sin que nadie tenga planificado lo que viene a continuación.
¿La especie humana tiene fecha de caducidad, como otras muchas especies a lo largo de millones de siglos? No, porque no hay nada parecido. Tenemos fecha de caducidad probabilística, vamos a decirlo así. En la mayor parte de las especies, los individuos viven, según el tipo de especies, unos cuantos cientos de miles de años. Somos jóvenes todavía. En ese sentido no deberíamos preocuparnos. Tenemos 200.000 años. No está mal, pero deberíamos durar más.
¿Por qué esa diferencia con otras especies? Porque ahora ya no somos comparables a las demás. Lo fuimos, pero ya no. Tenemos una capacidad tecnológica que nos hace distintos, ya no nos regimos con las mismas leyes de las demás especies.
O sea, que estamos tranquilos para el siglo XXII. Hay problemas que tenemos que solucionar, pero, sí, es demasiado pronto para desaparecer… A no ser que un meteorito o similar nos borre del universo, claro…
¿Y el cambio climático? Ofrece usted en ese libro que he citado antes unas cifras terribles de deterioro del planeta en este siglo si no somos capaces de tomar medidas drásticas. Ascensos de temperatura, deshielos en los polos, desplazamientos de grandes masas de población, subidas de las aguas de los océanos y consiguientes inundaciones de ciudades costeras. ¿Qué pasará en cien años? ¿Qué alteraciones nos puede causar? En ese lapso de tiempo, creo que ninguna terrible, la verdad. En cuatro generaciones no seleccionas. Bueno… cosas así como la peste negra, la del siglo XIV que diezmó a Europa… El cambio climático lo que puede producir es que haya miles de millones de personas afectadas y muchos sufrimientos, dolor y desequilibrio.
¿Pero no podría ser que algunas de esas mutaciones acabaran transmitiéndose genéticamente? No parece fácil, pero desde luego no sería en un siglo… Ya le decía antes que cien años es muy poquita cosa. Quizá si habláramos de 10.000 años…
Es pronto para que desaparezcamos como especie”
Pero esa sería otra entrevista. Claro. Pero es que la gente no piensa en el daño real que causa la alteración climática, el deterioro del medio ambiente. Ya hay situaciones como la del Sahel, donde hay grandes masas de población que han tenido que huir a donde han podido, o lo que ha ocurrido ya con algunos primates, a punto de la desaparición. Pero aquí, en Occidente, nos da lo mismo. Nos trae sin cuidado, nos fumamos un puro cuando hay millones de personas que ya se están muriendo. Y hay que frenar. En algún momento tenemos que parar de destruir el planeta.
Hasta ahora hemos hablado de causas naturales, de la evolución extraordinariamente lenta que ha tenido la especie humana a lo largo de los siglos. Pero hoy vivimos una auténtica revolución desde el mismo momento en el que podemos jugar con las células. La biogenética…Efectivamente. Hoy podemos hacer de todo. Y, por supuesto, esta capacidad se multiplicará en los próximos años. Y lo que la evolución ha hecho en miles de siglos, nosotros tenemos ahora mismo la posibilidad de hacerlo en meses o semanas. El resultado final es el mismo, pero ahora es muy rápido. Conceptualmente, es lo mismo.
Pónganos un ejemplo. Tú puedes fabricar ovejas; o sea, unos animales herbívoros que produzcan lana para ti. ¿Qué es una oveja? Es un animal salvaje, y los muflones, que son el antepasado de la oveja, no tienen lana. Entonces nosotros hemos fabricado un animal cuadrúpedo que produce lana para los humanos. Nos ha llevado algunos miles de años y no se ha podido hacer de un día para otro. Pero ahora, con manipulación genética y con unos cuantos millones de euros podría hacerse casi lo mismo en muy poco tiempo…
Volvamos a los humanos. Pues podemos hacer casi todo. Se empieza a trabajar con la enfermedad. Primero, con la terapia génica, cada vez más individualizada, que es el camino a seguir. La terapia génica no es que invierta los genes, sino que permite desarrollar medicamentos que sean más eficaces o compatibles con tu genética. No te van a cambiar los genes.
¿Sería entonces solo una mera reparación? No únicamente. Porque también se puede hacer un trabajo de selección. No es que teóricamente ya exista esa posibilidad, es que ya se hace. Si tú tienes una predisposición para determinada enfermedad, por ejemplo, recurres a la fecundación in vitro e implantas aquellos embriones para que tus hijos no tengan esa mutación. Eso sería, en cierto modo, una intervención eugenésica, porque se ha elegido una opción para tener un individuo con unas características mejores o, más concretamente, sin unas características muy determinadas: estas no las quiero. Y esto es comprensible y es lógico que, si se puede hacer, se haga, claro. La gente no quiere tener hijos con una predisposición hereditaria a desarrollar un cáncer.

Juan Luis Arsuaga

(Madrid, 1954) es paleontólogo, doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid, catedrático de Paleontología y, desde julio de 2013, director científico del Museo de la Evolución Humana de Burgos. Sus trabajos en la sierra de Atapuerca (Burgos), junto con un cada vez más nutrido equipo científico, han resultado claves mundiales para el estudio de la evolución de la especie humana. Ha recibido premios como el Príncipe de Asturias, ha editado numerosos artículos científicos en las publicaciones más reconocidas del mundo y es autor de más de una decenas de obras, algunas de ellas escritas en colaboración con otros científicos. La última ha sido El sello indeleble(Debate, 2013), con Manuel Martín-Loeches.
Y más cuando conozcamos nuestras predisposiciones a unas u otras enfermedades, porque todos tendremos secuenciado nuestro genoma. Ya se puede ahora, pero todavía es caro. Sin duda que lo podremos tener en muy poco tiempo por un precio muy asequible. Y aún es más sencillo y más barato obtener datos sobre las probabilidades de padecer ciertas enfermedades genéticas… Pero el asunto no es solo que se pueda actuar sobre determinadas alteraciones genéticas indeseadas por todos. Es que se abre un mundo de infinitas posibilidades…
¿A qué se refiere exactamente?Pues a que incluso en las enfermedades hay cuestiones muy dificultosas de discernir… Con las enfermedades hereditarias parece que no hay ninguna duda, pero hay predisposiciones hereditarias más complejas, más sutiles… ¿Qué es la predisposición? Y sobre todo, ¿en cuántas podemos o debemos intervenir? ¿Cuál es el límite, si es que lo hay?
Ya, incluso la elección de sexo…Ah, claro. Conste que hablamos de posibilidades científicas, fuera de las limitaciones legales que haya en tal o cual país. Esa es otra discusión… Pero incluso dentro del niño o de la niña, también ahí habría matices. Por ejemplo, hay algunas legislaciones, según tengo entendido, en las que del primer hijo no puedes elegir el sexo, pero si has tenido tres y los tres son niñas, bueno, a lo mejor el cuarto podrás elegir que sea niño. En todo caso, es obvio que las leyes se pueden modificar en cualquier momento. Los encargados de legislar tendrán que ser capaces en las décadas que vienen de dar respuestas consecuentes a todos los retos que la ciencia les va a ir planteando. Y a una velocidad vertiginosa.
¿Pero también se podrán elegir hijos o hijas más fuertes y más altos? Sí, claro que se podrá hacer. Ojo, que no estoy diciendo que se hará.
¿Y no podemos estar haciendo un cambio genético con estas intervenciones? A lo mejor –o a lo peor– hacemos una humanidad en cien años distinta de la de ahora mismo.Podríamos, claro. Si podemos hacerlo con los animales, podemos con las personas. Es muy simple. Lo que pasa es que yo creo que no ocurrirá, y básicamente por una razón muy práctica, y es que la mayor parte de nosotros no tenemos un modelo. Es decir, yo tengo tres hijos; si a mí me hubieran dicho: “Usted, ¿cómo quiere que sean?”, pues no sé qué contestar, no sé cómo quiero que sean. No tengo una preferencia, me da lo mismo que sean morenos, altos, bajos, ojos azules, verdes, negros, me da lo mismo. Yo no tengo, y el común de los mortales tampoco, un modelo determinado. Generalmente, queremos que estén sanos y poco más. Incluso hay países en los que los preferidos serían de un color de piel distinto, de un pelo así o de otra manera…
¿Podremos hacer clones? Claro que se podrá. No es muy difícil. Pero ninguna sociedad democrática lo hará, en mi opinión. No vamos a hacer monstruos de ningún tipo porque los humanos, en general, no están en esas… Quizá casos aislados y a muy pequeña escala… Siempre habrá ricos extravagantes, como Michael Jackson con el color de su piel, pero hablamos de elementos aislados.
Pero los clones seguramente se podrán utilizar como banco de órganos o células… Cierto, eso es cierto. Ahí tenemos un aspecto del futuro muy interesante, porque hay cosas que vamos a ver, como la regeneración de órganos. La vamos a ver usted y yo. Incluso puede que nos salve la vida.
¿Se refiere a la producción de órganos? La producción en laboratorio de órganos a partir de células madre ya se ha hecho. Y que te puedan regenerar un riñón no está mal, ¿no? Mejor que un trasplante. Por ahí sí que podemos ir, porque eso no es una aberración. Está dentro del terreno de lo que a mi abuela, por ejemplo, le parecería bien. “Oiga, usted que tiene el hígado no sé qué, ¿qué le parecería si le cogemos una célula de aquí, de la lengua, y le reproducimos un órgano, y así la curamos?”. Pues diría: “Fenomenal”. No creo que le molestase.
Los legisladores tienen que dar respuestas a los retos de la ciencia”
Pero siempre que hablamos de este tipo de cosas, de biogenética sobre todo, lo hacemos en el contexto de que se trata de una elección tuya, una elección libre… Pero ¿y si otros deciden por ti? ¿Si alguien quiere hacer una raza superior? Claro, claro, mucho cuidado con eso, que es adonde yo iba en El sello indeleble. Fíjese que en el siglo XX hubo muchos científicos, no ya novelistas, que llegaron a imaginar unas sociedades que, gracias a la manipulación genética, podían llegar a ser mucho mejores. Como el gran biólogo Julien Huxley, por ejemplo, que fue el primer director de la Unesco y uno de los fundadores de la World Wildlife Fund para la conservación de la naturaleza. O el jesuita Teilhard de Chardin. Algunos de ellos apostaron por que había que lograr que el ser humano fuera una célula de un superorganismo, algo así como los integrantes del hormiguero o la colmena. Todos los individuos se diluían para que funcionara bien el superorganismo. Estos científicos venían de ver guerras tremendas y pensaban en un planeta donde no hubiera tanta maldad. Eran, por supuesto, gentes que pensaban en un futuro mejor para la humanidad. No eran unos lunáticos desalmados. Al contrario. Claro que están también los autores, como Aldous, el hermano de Julien, que abominaban de esos mundos felices…
¿Existe entonces ese peligro, el de una humanidad manipulada hasta la locura de las distopías más conocidas?Pues vamos a ver. Nada de esto ocurrirá en una sociedad democrática libre, nada de esto puede suceder. Todos estos horrores pueden llegar a producirse en las sociedades planificadas. Y no hablo solo de ideologías políticas aberrantes, sino que también sucede con las sociedades planificadas por científicos biempensantes: son un horror. Así que contra lo que nos tenemos que prevenir es contra cualquier tentación de una sociedad planificada o controlada.
¿Cree que la humanidad corre ese peligro? ¿Hay alguna posibilidad de que eso ocurra en el siglo XXII? Pasan cosas distintas de las que entonces se imaginaron. Lo que hoy tenemos aquí es la seguridad del consumo. Ahora está ocurriendo otro mundo feliz, pero de distinto signo. Es la sumisión entendida de otra manera, porque hay una libertad para muchas cosas que no tiene nada que ver con aquel modelo monstruoso, claro. Pero lo que está ocurriendo es que no somos capaces de salir de ese modelo de mundo feliz, donde la economía está basada en el consumo. Y el consumo es una falsa felicidad, la felicidad de alguien no debería ser comprarse zapatillas de moda todos los años, no era ese el concepto de felicidad al que aspiraban los griegos… Ahora tenemos ese espejismo de felicidad en Occidente que se extiende también por China y por India, y que nos va haciendo a todos iguales. Y esta sociedad del consumo tiene además otro grave problema, que es el gasto de energía. Yo consumo mucha más que mi padre; mi padre, mucha más que mi abuelo. Hay una necesidad creciente de energía, y esto tiene que tener algún final, un límite. Así vamos al desastre.
¿Le preocupa la superpoblación? La ONU calcula que hacia 2100 llegaremos a los 11.000 millones de habitantes, desde los 7.200 de hoy. En África, por ejemplo, pasaremos de 1.000 millones a 4.000. Pues es un problema, claro, pero casi tanto como el que tiene España, que es justo el contrario. Aquí vamos en descenso, y puede ocurrir que en el año 2100, si nadie lo remedia, haya más personas inactivas que activas. Tenemos una tasa de nacimientos muy inferior a la europea. Y además de un problema productivo, económico, de una enorme envergadura, está el drama humano de quién se encargará de cuidar a los millones de ancianos que entonces habrá, máxime cuando los hijos, en función de la deslocalización actual del mundo universitario e incluso de los trabajos, así como del bajo precio del transporte, pueden estar hasta en continentes distintos.
El INE calcula, solo hasta 2064, que la población descenderá hasta 40,9 millones, al tiempo que los mayores de 65 años pasarán del 18,2% de la población al 40%. En cuanto a los hijos, la tasa española es de un 1,3%, frente al 2,1% europeo. Las razones, entre otras, son socioeconómicas. Un estudio de la Fundación La Caixa de diciembre de 2013 señalaba que las mujeres españolas querrían tener más hijos, hasta superar la media ­europea, pero no los tienen porque no pueden mantenerlos.
Nos tenemos que prevenir contra una sociedad controlada”
Y eso sin contar con el alargamiento de la vida. Muchos científicos ofrecen la cifra de 120 años como una edad normal a la que se podrá llegar el siglo próximo. Es muy posible, sí, que entonces exista mucha gente que pase de los cien años en condiciones de vida muy aceptables… Habrá que solucionar muchos problemas médicos: del envejecimiento celular, por supuesto; de la degeneración neuronal, que es terrible; pero también del puro aparato locomotor, que sufre un desgaste mecánico tremendo con los años. Pero será más que posible, sí… Y desgraciadamente nadie está pensando de verdad en ese problema, proponiendo mejoras radicales en los sistemas económicos y sociales para hacer frente a todas estas cuestiones. Es imposible sostener una sociedad en la que los trabajadores se jubilen a los 65 y puedan cobrar pensiones hasta los 100 o los 120… Y aún más difícil si se incorporan a la vida laboral mucho más tarde de como lo hacían antes.
Eso sí le preocupa. Por supuesto. No hay, o yo no lo veo al menos, audacia real en el pensamiento político y económico actual para suscitar discusiones sobre cómo organizarnos en el siglo XXII a partir de este adormecimiento de la sociedad de consumo. Nadie ha inventado una alternativa a eso. En esta sociedad, las personas son herramientas, una maquinaria. Y en el otro lado están los fanáticos –sobre todo integristas religiosos– que ahora estamos viendo en algunas partes del mundo y que quieren volver a no sé qué siglo. Una locura.
¿Tan mal ha evolucionado la especie humana? ¿Somos ese desastre? No, no, en absoluto. Ya sé que hemos sufrido los horrores de la guerra, del crimen, del terrorismo… Pero yo con respecto a la especie humana soy optimista en términos generales, precisamente porque soy biólogo evolutivo. Es decir, para ser un mono no está mal. La gente dice: “Es un desastre la especie”. Y yo digo: “Pues para ser unos chimpancés, hacer sinfonías como las de Beethoven está francamente bien”. Escribimos libros. Cien años de soledad, por poner un ejemplo. Para ser un mono no está mal. Y hay altruismo y solidaridad, hacemos catedrales, tenemos sentimientos. De verdad, creo que hay base para el optimismo. La carrera de la especie humana, como decíamos al comienzo, no está escrita en ningún sitio de forma inexorable. El futuro lo construimos nosotros. Día a día.
Todavía hablamos de la inteligencia artificial. “Importantísima; los coches –o su equivalente– se conducirán solos, pero no habrá un robot humanoide al volante, eso es una tontería”. También de la carrera espacial –“ya hemos descubierto otros sistemas solares, pero ¿cómo llegamos allí? Y sobre todo, ¿cómo volvemos?”– o de los drones que se mandarán para hacer la guerra. Pero también de si seguirá existiendo el racismo, del campo despoblado y de las megalópolis que nos esperan.
Pero aun así cambiaremos muy poco como especie… Muy poco, sí. Y otra cosa le digo. Seguiremos enamorándonos como tontos. El amor, el romance, no es una construcción de la poesía provenzal. Qué va. Ya se enamoraban en la prehistoria y nos seguiremos colando como adolescentes. Por mucha inteligencia artificial, medicina celular regenerativa y carrera espacial que vayamos echándole al mundo.
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