lunes, 27 de noviembre de 2017

El reducto murciano de los neandertales

Estos homínidos sobrevivieron al menos 3.000 años más que en el resto de Europa en varios yacimientos de la Península, entre ellos la cuenca del río Mula

Yacimiento de Cueva Antón, junto al río Mula, en Murcia.
Yacimiento de Cueva Antón, junto al río Mula, en Murcia.  ICREA/UNIVERSITAT DE BARCELONA
La desaparición de los neandertales es el misterio más profundo del pasado remoto de la humanidad. Los científicos no han llegado a una teoría compartida sobre por qué esta especie de homínidos, la más cercana a nosotros, desapareció de la faz de la Tierra hace miles de años, pero, en cambio, sí están de acuerdo sobre el lugar en el que sobrevivieron sus últimos ejemplares: el sur y el oeste de la península Ibérica. Un estudio internacional publicado en la revista científica Heliyon sostiene que en tres yacimientos de la cuenca del río Mula, en Murcia, los neandertales sobrevivieron al menos 3.000 años más que en el resto de Europa, hasta su extinción hace unos 37.000 años.
El hecho de que resistiesen mucho más tiempo en algunas regiones también puede ofrecer pistas sobre los motivos de su extinción. Se trata de lugares que permanecieron relativamente aislados, con un impacto menos contundente de las variaciones climáticas, sobre todo de las glaciaciones, y, además, sin entrar en contacto con una nueva especie de homínidos que comenzó a poblar Europa desde África hace unos 40.000 años, los homo sapiens, nosotros.
"La persistencia de grupos de cazadores, en un momento de baja densidad poblacional, implica la ocupación de territorios de centenares de miles de kilómetros cuadrados, con los efectivos mínimos necesarios para escapar a la extinción", explica el portugués João Zilhão, investigador de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (Icrea, en sus siglas en catalán) en la Universidad de Barcelona y autor principal del informe, en el que también han participado científicos portugueses, españoles, alemanes, austriacos e italianos. "No se debería hablar de último lugar, sino de última región o últimas regiones". Con los datos disponibles actualmente, fue en las tierras ibéricas, al sur de la cordillera cantábrica y al sur y al oeste de la depresión del Ebro, donde los neandertales resistieron durante más tiempo como población biológica y culturalmente aislada.

En otros lugares de la Península también existen pruebas de su persistencia: se trata de los yacimientos de Gorham, en Gibraltar, y las grutas Da Oliveira y Foz do Enxarrique, en Portugal. Los responsables de la excavación gibraltareña sostienen que en ese lugar pudieron sobrevivir mucho más tiempo, hasta hace 28.000 años, pero la mayoría de los científicos ponen en duda estas dataciones, aunque sí reconocen que fue uno de los sitios en los vivieron los últimos neandertales. Las fechas de Murcia se basan en mediciones de radiocarbono y en la aparición de industria lítica asociada a esta especie en niveles de excavación correspondientes a esos periodos.
"Nuestra hipótesis es que, por razones relacionadas con las fluctuaciones climáticas de la época, la depresión del Ebro y las montañas del Sistema Ibérico funcionaron durante algunos milenios como barreras biogeográficas que impidieron el intercambio (de personas, de genes, de ideas). Según este modelo, fue entonces cuando llegaron los sapiens desde el Norte y los últimos ejemplares neandertales sucumbieron".
Estos fueron una especie que surgió en Europa hace unos 250.000-300.000 años. Por su corpulencia, siempre se les había relacionado con el frío y el norte del continente. De hecho, su nombre viene del valle de Neander, en Alemania. Sin embargo, en los últimos años se han multiplicado las excavaciones ibéricas, que han aportado datos fundamentales para mejorar la comprensión de esta especie. El Sidrón, en Asturias, Gorham y las cuevas murcianas se han revelado cruciales para cambiar la mirada sobre una especie que cada vez se muestra más inteligente y compleja, frente a la imagen estereotipada de humanos poco inteligentes y primitivos. Y, pese a su desaparición, la Península también ha demostrado su resistencia y capacidad de supervivencia.

El cambio climático, vivero de nuevos virus

La conexión clima-virus requiere entender algo de ambos asuntos e identificar el punto en que confluyen

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 AFP
Aunque al lector le puedan parecer conceptos no relacionados, lo cierto es que el cambio climático que tanto nos preocupa también afecta a uno de nuestros grandes desafíos en salud pública: los virus que nos infectan. La conexión clima-virus requiere entender algo de ambos asuntos e identificar el punto en que confluyen. La ingente cantidad de datos que manejan los investigadores ha puesto de manifiesto de forma incuestionable que el ser humano, la sociedad globalizada, está interfiriendo en la dinámica climática. Esa conclusión es el producto del análisis escrupuloso de parámetros físico-químicos, biológicos y geológicos acopiados a lo largo de lapsos de tiempo que en muchas ocasiones transciende al inicio de la existencia de nuestra propia especie. La recuperación de material para la obtención de valores precisos de los parámetros que permiten la reconstrucción del ambiente pretérito en distintos entornos del Planeta es crucial para comparar parámetros históricos con los que se registran en el presente. Ello hace posible comprobar en qué medida y a qué ritmo se producen los cambios para poder plantear causas y verificar efectos.
La particular fisiografía de la Tierra, donde dos terceras partes de su superficie la ocupa el Océano, hace que ese entorno sea objetivo fundamental de investigación. Los mares son los encargados primordiales de la distribución de energía en nuestro sistema terrestre, y por consiguiente determinantes en la configuración definitiva de franjas climáticas; sus entresijos son potencialmente capaces de generar y albergar señales. Embarcaciones sofisticadas, repletas de científicos implicados en programas internacionales, exploran los océanos para arrancar de sus fondos y aguas rastros que nos aproximen a ese pasado, siguiendo técnicas propias de la denominada Geología Forense.
La distintiva visión azul del océano cuando contemplamos la Tierra desde el exterior se convierte en blanco prístino en los extremos geográficos, en las regiones polares, donde los glaciares más desarrollados, Antártica y Groenlandia, aparentemente perennes, se rodean de hielo marino helado, oscilante, vivo. Esas manchas aparentemente insignificantes son muy sensibles al cambio climático y a su vez son también responsables en último extremo de la dinámica climática, cambios en su extensión y ubicación son determinantes. Su análisis genera modelos de potenciales escenarios de cambio climático, la variabilidad que ello determina en la Biosfera, y en particular, de las modificaciones de franjas como las tropicales y enfermedades asociadas a las mismas, de sus vectores de trasmisión y de la modificación de escenarios. Entre los vectores cuya abundancia y trayectorias sobre el planeta se alteran por el cambio climático están los portadores de virus, algunos tan significativos como el zika o el ébola, de acusada actualidad. Una de las premisas de la paleoceanografía, ciencia que relaciona historia y presente, es que el pasado es la clave para explicar el futuro. El futuro de un planeta y de una sociedad, el de sus miembros y todo lo inherente a los mismos, donde la salud es uno de los factores que más atención ha de merecer, tiene una incuestionable relación con el entorno, con el ambiente y las variaciones que puedan operarse en él.
Los virus son una parte integral del ecosistema y existen donde se encuentra vida. Son muy abundantes en las aguas marinas, excediendo un millón de partículas víricas por mililitro. Los modelos actuales predicen que todavía existen más de 300.000 nuevos virus pendientes de ser descubiertos. Las barreras entre infecciones de animales y humanos son muy pequeñas y los virus constantemente cruzan estas barreras. De hecho, casi dos tercios del total de las enfermedades transmisibles humanas son zoonosis y existen distintas formas de transmisión de los virus, algunas de las cuales están condicionadas por el cambio climático de una forma notable. Los virus utilizan medios muy variados para transmitirse, incluyendo el contagio directo entre humanos (virus de la hepatitis C, HIV y Ébola), a través de aves, mosquitos, y garrapatas (virus del Nilo Occidental, Chicungunya y Zika), por el aire (virus de la gripe y coronavirus), por transfusiones de sangre (hepatitis C y HIV) y mediante los alimentos y el agua (enterovirus).
El clima es uno de los factores que condiciona la distribución de varios de los vectores que transmiten los virus patógenos.
El clima es uno de los factores que condiciona la distribución de varios de los vectores que transmiten los virus patógenos. Como ejemplos, las aves potencialmente transmisoras de virus cambian sus trayectorias migratorias en respuesta a cambios de temperatura del planeta. Asimismo, las variaciones en la localización y extensión de humedales alteran la proliferación de las larvas de insectos que son transmisores de virus patógenos. Es muy importante destacar que la distribución geográfica y estacional de vectores y de las enfermedades que transmiten, no solamente depende del clima sino también de otros factores como el uso de la tierra, factores culturales y socioeconómicos, control de plagas, acceso a un sistema sanitario, y la respuesta de la sociedad a enfermedades de riesgo, entre otros. De nuevo, a modo de ejemplo, los envíos de mercancías o los viajes de personas a larga distancia pueden condicionar de forma dramática la diseminación de un virus por el hombre, dándole unas dimensiones no observadas en la antigüedad. Así mismo, la evasión de los virus de las defensas del hospedador como la respuesta inmune, o la facilidad con la que evoluciona el genoma de los virus, permitiendo su adaptabilidad a nuevas especies, también condicionan de forma significativa su diseminación, tal como ocurre con los virus de la gripe y en general con virus que tienen al ARN como material genético.
Los virus interaccionan de forma muy diferente con el hospedador. Ambos libran una batalla en la que cada uno utiliza un complejo arsenal de recursos para controlar al otro. La aparición de nuevos virus probablemente va a continuar y es necesario el desarrollo permanente de nuevas estrategias para prevenir las enfermedades que causan. La protección frente a las epidemias virales tiene muchas vertientes, pero la prevención mediante la vacunación es una de las más eficaces, probablemente seguida por el tratamiento con agentes antivirales. En muchos laboratorios del mundo, incluidos los de los firmantes de este artículo, se está investigando para entender mejor el cambio climático y sus consecuencias, así como en nuevos métodos para prevenir y combatir las enfermedades víricas. La prevención de las causas generales que subyacen al problema resulta esencial. Por ello es imprescindible que los científicos advirtamos a nuestros políticos, por más que vivan de espaldas a la ciencia, que el cambio climático es una realidad apoyada por datos objetivos. Si no se frena, sus efectos se harán notar no solamente en el aumento del nivel del mar o en impredecibles perturbaciones atmosféricas (como huracanes y tormentas de creciente intensidad por el aumento de la temperatura de los océanos) sino también en forma de vivero insidioso de nuevos virus de comportamiento también impredecible.

Plástico en el agua potable ¿Qué riesgos tiene para la salud humana?

El plástico pasa al medio ambiente con mucha frecuencia en forma de basura

Un niño bebe agua de una fuente.Ampliar foto
Un niño bebe agua de una fuente. GETTY IMAGES
Las micropartículas de plástico se están abriendo paso hasta el agua potable. Ya sabíamos que había fragmentos minúsculos de este material que llegaban a los mares, donde podían ser ingeridos por la fauna marina yendo así a parar a los alimentos que consumimos los humanos. Pero ahora resulta –lo cual quizá sea más alarmante– que un estudio reciente ha dado a entender que también es habitual que las partículas o las fibras de plástico se encuentren en el agua potable.
¿Hasta qué punto deberíamos preocuparnos? El estudio lo llevaron a cabo varios investigadores universitarios, pero en vez de ser revisado por otros investigadores en una revista científica, lo encargó y lo publicó una empresa de medios de comunicación. Esto quiere decir que necesitamos más estudios antes de que podamos estar seguros de que las micropartículas de plástico en verdad están tan extendidas como indica el nuevo trabajo.
Desde luego, cabe la posibilidad de que muchas muestras de agua potable contengan plástico, dado que se trata de un material de lo más común que pasa al medio ambientecon mucha frecuencia en forma de basura así como de las fibras procedentes de las prendas de vestir confeccionadas con materiales artificiales. Seguramente los tratamientos potabilizadores no consiguen eliminar las partículas. Por ejemplo, las técnicas de sedimentación consisten en permitir que las motas de arcilla, limo o materia orgánica se depositen en el fondo de un tanque de purificación. Muchas micropartículas de plástico son menos densas que el agua, así que flotan y no se pueden eliminar.
Pero lo que tampoco sabemos es qué ocurre con esos microfragmentos una vez que están en el intestino. Podría ser que pasasen a través del cuerpo sin ser absorbidos, igual que la fibra no digerible de los alimentos. Sin embargo, cuanto más pequeños sean, más probable es que lleguen al torrente sanguíneo e incluso a las células.
El estudio en cuestión buscaba partículas de plástico mayores de 2,5 micras, que son unas 10 veces más pequeñas que las células que revisten el intestino. Las nanopartículas de 0,1 micras o menos es más probable que penetren en las células, pero no sabemos si están presentes en el agua potable porque los investigadores no las buscaron.
Las sustancias artificiales llevan introduciéndose en el cuerpo humano por lo menos 400.000 añosThe Conversation
Las sustancias artificiales llevan introduciéndose en el cuerpo humano por lo menos 400.000 años, cuando los moradores paleolíticos de las cavernas inhalaban la partículas de hollín de las primeras hogueras que se encendieron en las cavidades. Pero hay muchos casos de corpúsculos con efectos nocivos para la salud. Por ejemplo, las motas de arcilla provocan podoconiosis (una forma de elefantiasis) a alrededor de 1,5 millones de africanos. En cuanto a la inhalación de partículas de asbesto, es la causa de una forma muy agresiva de cáncer de pulmón.
También tenemos pruebas fehacientes de que la exposición a las partículas en suspensión es perjudicial, y de que estos corpúsculos llegan a la sangre. Los investigadores han encontrado partículas procedentes de los motores de combustión en cerebros humanos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que cada año se producen más de seis millones de muertes relacionadas con la contaminación atmosférica. Es decir, hay toda una serie de posibles efectos nocivos para la salud que tienen que ver con la exposición a las partículas.
No hay pruebas concluyentes de que las micropartículas de plástico descubiertas en el estudio sobre el agua potable puedan llegar a la sangre ni de que sean perjudiciales para la salud humana, pero tienen varios efectos dañinos en potencia. Como ocurre con otros corpúsculos, como los que se encuentran en la contaminación atmosférica, pueden provocar inflamación, una respuesta inmunitaria a cualquier elemento que se reconozca como “ajeno” al cuerpo, la cual, a su vez, puede ser dañina.
Los investigadores han encontrado partículas procedentes de los motores de combustión en cerebros humanos
Otro posible problema es que las micropartículas de plástico pueden convertirse en vehículos de entrada de otras toxinas al cuerpo. Por lo general, esta clase de fragmentos microscópicos repelen el agua y se combinan con toxinas insolubles. Por ejemplo, pueden combinarse con compuestos que contengan metales tóxicos, como el mercurio, y con contaminantes orgánicos como algunos pesticidas y la sustancia química conocida como dioxina, de la que sabemos que provoca cáncer y problemas reproductivos y de desarrollo. Si las micropartículas se introducen en el cuerpo, las toxinas pueden acumularse en los tejidos grasos.
Actualmente no disponemos de pruebas inequívocas de que los fragmentos microscópicos de plástico presentes en el agua potable tengan efectos perjudiciales para la salud, pero, dado que pueden tener otra clase de corpúsculos, es urgente que mejoremos nuestro conocimiento de lo que ocurre con las micropartículas de plástico en el cuerpo.
Rachel Adams es catedrática de Ciencias Biomédicas de la Universidad Metropolitana de Cardiff
Cláusula de divulgación: Rachel Adams no trabaja para ninguna empresa u organización que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte del cargo académico mencionado.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la web The Conversation.
Traducción de News Clips.