jueves, 15 de mayo de 2014

EL RINCÓN DE LA CIENCIA

La OMS pide “medidas inmediatas” frente al coronavirus originario de Arabia

El patógeno aún no se considera una emergencia internacional de salud pública

La preocupación ha "aumentado significativamente" por la extensión de los contagios

Desde que se detectó en 2012 han fallecido 141 personas infectadas

·                                 JAIME PRATS Valencia 
El coronavirus se identificó por vez primera en 2012. / REUTERS
La preocupación por la expansión del coronavirus detectado por vez primera en la península Arábiga en 2012, que en los últimos días ha dado el salto a los Estados Unidos con dos casos importados por viajeros, “se ha incrementado significativamente”. Así lo ha reconocido este miércoles el comité de expertos escogido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) reunido de urgencia para asesorar al organismo internacional de las medidas a tomar frente al patógeno. Desde su aparición se ha cobrado 141 fallecidos, un 30% de las personas infectadas.
En todo caso, aún no se dan las circunstancias como para declarar el estado de emergencia de salud pública de interés internacional, una alerta que sí se produjo hace 10 días tras otra reunión de especialistas de la OMS, esta vez ante la proliferación del virus de la polio. De hecho, a la vez que se recoge un agravamiento de la situación respecto al coronavirus, también se destaca la falta de evidencia de contagio sostenido entre humanos.
El grupo reunido este miércoles reclama “de forma urgente” tanto a la propia OMS como a la comunidad internacional tomar “medidas inmediatas” para mejorar la prevención y el control de la infección, algo que es "especialmente urgente en los países afectados”. Pero también pide profundizar en el conocimiento de este agente infeccioso.
Los coronavirus son un tipo de virus que deben su nombre a las puntas que tienen en su superficie. La mayoría de las personas se infectarán de alguno de ellos a lo largo de su vida, sin mayores efectos que problemas leves o moderados en las vías altas respiratorias (nariz, laringe, faringe). Pero este coronavirus es totalmente distinto a los descritos hasta el año 2012, tanto en personas como en animales.  Es responsable del denominado síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV, por sus siglas en inglés), que provoca tos, fiebre, y, en el peor de los casos, neumonías que acaban en la muerte del infectado. “Se deben practicar estudios medioambientales, serológicos y en animales para comprender mejor la epidemiología del agente, sus factores de riesgo asociados y evaluar mejor la efectividad de las medidas de control”, advierte el documento.
Otra de las grandes preocupaciones de los expertos consultados por la OMS es la posible propagación de casos en países especialmente vulnerables por su relativa proximidad respecto al foco del contagio y sus limitados recursos sanitarios, como son los países del África subsahariana.
El coronavirus se ha cobrado 141 fallecimientos entre los 495 afectados (en 19 países) registrados desde su aparición, según los datos recogidos hasta el pasado 6 de mayo por el Centro Europeo de Control de Enfermedades. Estas cifras arrojan una mortalidad del 30% asociada al patógeno.
Se desconoce tanto el patrón de la infección –apenas se sabe que tiene una capacidad de transmisión baja- como el supuesto reservorio animal desde donde contagia a las personas. Al ser originario de la Península Arábiga, se estima que pueda saltar a los seres humanos desde camellos u ovejas. De hecho, los principales afectados son ciudadanos de países como Arabia (411), Emiratos Árabes Unidos (49), Qatar (7), Jordania (6) o Kuwait (3).
Existen, además, casos importados de personas que pasaron por estos países y desarrollaron la enfermedad a la vuelta del viaje por Oriente Medio. Entre ellos se encuentran tres pacientes del Reino Unido (murieron dos), dos alemanes o dos franceses (con una víctima mortal por cada país).


Un viajero lleva el coronavirus de Arabia hasta Estados Unidos

La enfermedad respiratoria que causa el patógeno tiene una mortalidad del 30%

El coronavirus se ha manifestado en 16 países / REUTERS
El coronavirus originario de la península Arábiga ha saltado por primera vez el Atlántico. Un viajero que llegó de Arabia Saudí a Indiana es el primer caso, confirmado por el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta (CDC por sus siglas en inglés), que se registra en América. En principio, se trata de un caso aislado que no ha transmitido la infección a ninguna otra persona.
La reconstrucción del caso deja un rastro de posibles zonas afectadas: el 24 de abril, el hombre viajó de Riad a Londres, donde hizo un transbordo para Chicago. Ahí tomó un autobús hasta Indiana. El 27, empezó a tener síntomas respiratorios: insuficiencia, tos y fiebre. Entonces, el hombre fue a urgencias y, en vista de sus antecedentes, el hospital de Indiana al que acudió —no se dan más datos para reservar su confidencialidad— le aisló y le hizo la prueba del coronavirus. El 6 de mayo, fecha del último recuento del Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC) hasta la fecha, el hombre estaba fuera de peligro.
“Es comprensible que algunos estén preocupados por esta situación”, ha dicho Anne Schultz, directora del Centro Nacional para Enfermedades Infecciosas del CDC. “Pero este primer caso de infección por el MERS en Estados Unidos representa un riesgo muy bajo para la población”.

Afectados

Origen. El coronavirus se detectó en 2012 en Arabia. Este es el país con más casos, tanto desde un animal como entre personas. En el mundo se han registrado 495 enfermos, con 141 muertos.
  • Arabia Saudí. 411 casos, 115 muertos.
  • Emiratos Árabes Unidos. 49 casos, 9 muertes.
  • Qatar. Siete casos, cuatro fallecidos.
  • Jordania. Seis casos, tres muertes.
  • Omán. Dos fallecidos.
  • Kuwait. Tres casos, un muerto.
  • Egipto. Un caso.
  • Reino Unido. Cuatro casos (tres muertes).
  • Alemania. Dos casos, un muerto.
  • Francia. Dos casos, un fallecido.
  • EE UU, Italia, Grecia y Filipinas. Un caso cada uno.
  • Túnez. Tres casos, una muerte.
  • Malasia. Un fallecido.
El nuevo coronavirus (MERS por sus siglas en inglés de Síndrome Respiratorio de Oriente Próximo) apareció por primera vez en Arabia en 2012. Desde entonces, se ha manifestado en 16 países, con 495 afectados de los que han muerto 141 personas (el 28%), según el ECDC. Este listado está, sin embargo, en continua evolución. Tras el anuncio de las autoridades de Arabia Saudí de nuevos casos de fallecidos el pasado sábado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha convocado este martes una reunión de urgencia en Ginebra. La enfermedad respiratoria que causa el patógeno tiene una mortalidad del 30%.
Esta lista de países tiene dos componentes claramente diferenciados: los casos autóctonos y los importados. Entre los primeros están los de Arabia (411), Emiratos Árabes Unidos (49), Qatar (7), Jordania (6), Kuwait (3) y Omán (2). El ECDC incluye en esta lista a Egipto, pero el hombre que enfermó en ese país tenía una historia similar a la del caso de EE UU: se trataba de un viajero que había llegado desde Arabia.
Como siempre en estos casos de un patógeno nuevo hay una especial preocupación por su evolución y seguimiento. Este en concreto, además, cuenta con el antecedente del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave), que desde finales de 2002 hasta julio de 2003 afectó a más de 8.000 personas de una treintena de países, con una mortalidad global del 9,5%. Esta cifra es solo orientativa. Como en muchas dolencias respiratorias, hay casos leves que no se registran. Por ejemplo, en Hong Kong y Canadá, los dos territorios más afectados, la mortalidad ascendió al 18%. Aquel coronavirus desapareció sin que se desarrollara una vacuna o un tratamiento específico.
La situación es similar para este otro coronavirus: no hay vacuna ni un tratamiento específico. Además, para aumentar la preocupación internacional, el pasado mes de abril registró un repunte de casos, según la OMS: más de 250 casos de golpe, más de la mitad del total desde 2012. No hay una explicación de por qué ha sucedido esto, aparte de que cada vez hay más vigilancia, y es posible que se esté produciendo un mejor diagnóstico de los casos que, de otra manera, pasarían como neumonías o gripes de otro tipo. Tampoco se sabe claramente cuál es el origen, aunque The Lancet apunta a que sean camellos, y en Arabia se aconseja evitar estos animales, su carne y leche.
En el lado de la tranquilidad están dos factores: el virus se contagia difícilmente entre humanos. La OMS apenas ha registrado dos casos de transmisión terciaria. Además, la enfermedad parece que pierde agresividad según pasa de persona a persona.
Las autoridades sanitarias mundiales esperan con inquietud el mes de julio. Las peregrinaciones a La Meca por el Ramadán pueden suponer un momento de riesgo para que el virus, de vuelta, tome los aviones de los devotos.

Sopa de letras de enfermedades novedosas

El siglo XXI ha supuesto una sucesión de alertas más o menos locales por enfermedades novedosas. La palma se la llevan las gripes de origen animal (aviar o porcino). Estos virus se identifican por el tipo de dos proteínas de su cubierta (la hemaglutinina, H, y la neuraminidasa, N).
  • H5N1. La primera gripe aviar. Se detectó en 2003, y ha causado, de momento, 664 casos en humanos (confirmados por laboratorios), de los que han fallecido 391 (una mortalidad del 59%). Aparte de eso, ha implicado el sacrificio de millones de aves de corral. Tiene su origen y zona de influencia en el sureste asiático, aunque hay un pequeño foco en Egipto (dos casos este año). Fue la primera alerta ante la posibilidad de que se repitiera la situación de otras pandemias de gripe, como la española de 1918, con millones de muertes.
  • H1N1. La mal llamada gripe A (las tres de este artículo lo son). Apareció en México en el verano de 2009, y rápidamente se extendió a todo el planeta. Ahora forma parte de la gripe estacional que aparece en cada invierno. Lo extraño del virus y la fecha en que surgió hicieron temer una pandemia mundial que solo se produjo en cuanto extensión, pero no en gravedad, que fue parecida a la de las gripes normales. Su origen estaba en un virus combinado aviar y porcino.
  • H7N9. Actualmente está en China, donde ha causado más de 220 casos desde principios de 2013. Tiene una mortalidad estimada del 25%.

Queremos dirigir la evolución para crear nuevos fármacos”


    Floyd Romesberg. / K. C. ALFRED (ZUMA PRESS r
    El código genético lleva al menos 3.500 millones de años escribiéndose con cuatro letras, las bases (o nucleótidos) del ADN a, t, c, g. En solo 15 años, Floyd Romesberg (Michigan, 1966) ha conseguido meterle otras dos letras de nombre infame, pero perfectamente integradas en su entorno de la doble hélice, reconocibles para sus sistemas de replicación e invisibles para las múltiples y sofisticadas maquinarias que la célula posee para reconocer los errores en la secuencia genética y eliminarlos. Los especialistas en biología sintética, la disciplina emergente que trata de diseñar sistemas biológicos y seres vivos desde cero, han saludado el avance como un hito en su campo, y predicen amplias consecuencias para la creación de fármacos, biocombustibles y bacterias que reparen los entornos dañados. También para el espeso y misterioso mundo de las patentes biotecnológicas. Romesberg ha concedido una larga entrevista telefónica a este diario desde San José del Cabo, México, donde asiste a un congreso científico.
    Pregunta. ¿Pueden las nuevas letras incorporarse al ARN, la copia de trabajo de los genes?
    Las dos nuevas bases no han caído del cielo, trabajamos desde 1999”
    Respuesta. Todavía no lo sabemos, pero me siento optimista por una razón: las dos nuevas bases no nos han caído del cielo, son producto de un trabajo que empezamos en 1999, y de un proceso de selección que empezó con la síntesis de 300 nucleótidos (candidatos a nuevas letras). Las dos letras que hemos usado ahora han superado esa selección porque están optimizadas para funcionar in vitro, y no solo para los mecanismos de replicación, sino también para los de transcripción que producen el ARN. Es posible por tanto que también funcionen in vivo.
    P. Con las nuevas dos letras, se pueden formar ahora 216 codones (los tripletes de letras del ADN que significan aminoácidos en las proteínas), pero ¿alguien sabe qué hacer con ellos?
    R. Realmente no necesitamos 216 nuevos codones, ni 100, ni siquiera 10. Pero sí necesitamos dos o tres, quizá cuatro o cinco, para construir nuevas clases de proteínas en una célula. Este es el desarrollo previsible más emocionante de esta técnica.
    P. ¿Y para qué se precisan esos cuatro o cinco?
    El monstruo nunca podrá escapar del laboratorio”
    R. Para crear nuevos fármacos. En los últimos años ha habido una revolución en la farmacología: por primera vez, la mitad de los fármacos que han solicitado autorización a la FDA (Food and Drug Administration, la agencia del medicamento de Estados Unidos) consisten en proteínas.
    P. ¿Son anticuerpos?
    R. Sí, muchas de esas proteínas son anticuerpos, pero también hay muchas otras. El punto es que suponen una diferencia cualitativa sobre las pequeñas moléculas en que se han basado los fármacos tradicionalmente. Es cierto que las pequeñas moléculas tienen la ventaja de que pueden acceder a cualquier órgano o tejido con facilidad, pero su gran inconveniente es que hay que hacerlas una a una, para cada propósito. Con las proteínas, en cambio, las células hacen el trabajo para ti: puedes empezar con una proteína imperfecta y desarrollar millones de variantes con las técnicas de la evolución dirigida. Mi objetivo con el código genético ampliado es tener lo mejor de dos mundos. El equivalente a las pequeñas moléculas de la farmacología tradicional podrá incorporarse a las proteínas en forma de nuevos aminoácidos (las unidades elementales de las proteínas), y luego hacer evolucionar a esas proteínas con técnicas rápidas, artificiales. Queremos dirigir la evolución para crear nuevos fármacos.
    P. Ahora que ustedes han demostrado que el ADN puede soportar seis letras, o tres pares de bases, cabe preguntarse: ¿por qué la vida se paró en cuatro letras, o dos pares de bases?
    R. Sí, esa es una de las cuestiones académicas más interesantes que abre nuestro trabajo. Porque no es que a nosotros nos haya resultado fácil incorporar un tercer par de bases al ADN —nos ha llevado casi 15 años de trabajo enteramente concentrado en ello—, pero la naturaleza ha dispuesto de 3.500 millones de años de evolución en la Tierra. Y sin embargo todos los seres vivos de la Tierra, desde las bacterias hasta los humanos, utilizan el código de cuatro letras, y seguramente han estado haciéndolo desde el origen de los tiempos. Una posible explicación es que sintetizar estos dos nuevos compuestos sea muy difícil para las células.
    P. ¿Y sería posible construir vías biosintéticas para esas dos bases utilizando las nuevas técnicas de la ingeniería biológica?
    El ADN no parece ser solución única, requerimiento absoluto”
    R. Sería increíblemente complicado, por decir lo menos. En general, hacer que una célula fabrique un compuesto que no necesite es un empeño casi imposible. Pero no veo la necesidad de abordar ese proyecto. Me conformo con aportarle esas dos bases en el medio de cultivo, del mismo modo que tenemos que aportarle muchos otros compuestos, como sales, amonio, fosfatos, una fuente de azúcar y más cosas. Además, una ventaja de esto es que elimina la posibilidad, temida por algunos sectores, de que ampliar el código genético pueda crear un monstruo que invada el mundo o lo destruya. Si la bacteria con dos letras adicionales de ADN no sabe sintetizar esos compuestos, el monstruo nunca podrá escapar del laboratorio.
    P. El ADN es una solución tan simple y elegante al problema de codificar información biológica que muchos biólogos se han sentido tentados a pensar que es una solución única: que, si encontráramos vida en otro planeta, estaría basada también en el ADN. Después de su trabajo, ¿qué piensa usted sobre esto?
    Quiero que la ciencia sea de libre acceso, pero es caro hacer un fármaco”
    R. Bueno, el ADN es ciertamente universal en nuestro planeta, y con su código de dos pares de bases. Y esto ha sido así siempre por todo lo que podemos decir, aunque retrocedamos todo el camino hacia atrás en la historia de la Tierra. Como científico tengo que ser muy cauto sobre la posibilidad de vida en otros planetas, pero simplemente como una especulación podría decir esto: que el ADN no parece ser una solución única, que no es un requerimiento absoluto.
    P. ¿Cuál es su posición en la controversia sobre las patentes de seres vivos, o de sistemas biológicos?
    R. Tengo sentimientos encontrados. Como científico, quiero que la ciencia sea de libre acceso para toda la comunidad; todo el mundo debe poder usar los genes que no hemos hecho más que leer de la naturaleza, y yo mismo estaría muy feliz de facilitar nuestras dos bases artificiales del ADN para su uso por cualquier investigador. Pero, por otro lado, mi interés fundamental es la creación de nuevos fármacos que alivien las enfermedades humanas. Y aquí viene el problema, porque desarrollar un fármaco cuesta unos 1.000 millones de dólares, y ¿quién va a pagar eso si no es una compañía farmacéutica? Hay gente que dedica toda su carrera profesional, desde que acaba los estudios hasta que se jubila, a la creación de un solo fármaco. ¡Uno solo! ¿Quién le va a pagar? Solo si patentas tus avances puedes atraer el dinero necesario de la Big Pharma. Así que creo que debemos llegar a algún tipo de compromiso entre los dos extremos.


    martes, 6 de mayo de 2014

    jueves, 1 de mayo de 2014