El coral se ahoga por la acidez del mar
Las emisiones del dióxido de carbono modifican los valores del PH y perjudican a estas zonas y a los animales que viven en ellas
David Fernández Guerrero Barcelona 13 NOV 2015
Los océanos, como los bosques, capturan parte de las emisiones de dióxido de carbono que la actividad humana genera. Sin embargo, en el caso de las profundidades marinas, la acumulación de este gas se traduce en un aumento en la acidez de los mares. Un incremento medio cercano al 30% desde que la revolución industrial empezara su andadura, hace más de 200 años. Y que para finales del siglo puede alcanzar el 150%. Se trata de un fenómeno que puede poner en peligro la supervivencia de los hábitats coralinos y amenazar a los animales que viven en ellos, según un estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B.
Los autores del trabajo han investigado con robots y buzos el fondo marino de un grupo de surgencias –salidas de masas de agua hacia la superficie–, a una profundidad de 40 metros. Estas se encontraban en el archipiélago de las Columbretas, a 56 kilómetros de distancia de la costa de Castellón. ¿Por qué estudiarlas? En primer lugar, porque “sirven de laboratorio de lo que pasará” por el dióxido de carbono que emiten, explica Cristina Linares, investigadora de la Universidad de Barcelona (UB) y una de las autoras del estudio: “Los valores de PH [acidez] que observamos en las surgencias son de 7,8 o 7,9, muy similares al que se prevé para finales de siglo”. En los alrededores, el PH es del 8,1. Un equipo de científicos de la UB, la Universidad de Girona, el CSIC y la Estación Zoológica Anton Dohrn de Italia ha realizado el trabajo.
Estas profundidades, además, suelen ser la morada de corales y algas calcificadas. Uno de los hábitats “más significativos del Mediterráneo”, por la complejidad de los ecosistemas que alojan, según los autores del trabajo. Múltiples especies de peces y crustáceos, como el mero y la langosta roja “utilizan el hábitat coralino para sobrevivir”, explica Linares.
No es el primer estudio que se publica sobre este tema. Sin embargo, otras investigaciones se centraron en “zonas más superficiales [de entre tres y cinco metros de profundidad] con submarinistas” o entornos de mayor profundidad [más de 150 metros] con robots submarinos, explica Linares. En el caso de su equipo de trabajo, en cambio, sí ha sido posible combinar el uso de “robots para mirar toda la extensión de la zona de surgencias” con el trabajo de buzos para “estudiar más detalladamente las comunidades de lo que permiten los robots”. Ello ha sido factible porque los investigadores cuentan con una prolongada “experiencia en el buceo científico”, relata la científica. La metodología de trabajo consistió en la toma de muestras del terreno alrededor de las surgencias.
Aunque los autores del estudio admiten que es necesario seguir a largo plazo la evolución de los fondos marinos analizados, sus conclusiones son preocupantes. Las algas coralinas no aguantan en un entorno tan ácido. Los corales tampoco. Solo algunas de ellas –la rosa-marina, alga calcificadas con microcristales de aragonita, en lugar de magnesio– permanecen cerca de las surgencias. El lugar de los corales lo ocupan algas de tallo carnoso, como el kelp, que normalmente se encuentran por debajo de los 65 metros de profundidad.
¿Qué consecuencias tienen los hallazgos? Linares explica que el nivel de acidez de las zonas marinas estudiadas es parecido al que tendrán los océanos a final de siglo, si no se reducen las emisiones de dióxido de carbono. Por tanto, la pervivencia de los hábitats coralinos quedará comprometida. Y con ello, “especies de animales que lo usan para sobrevivir” como el mero y la langosta roja quedarán afectadas, explica Linares. Por la misma razón, hay que esperar una repercusión en la economía, en tanto que se espera una disminución en el número de capturas, razona la investigadora. Y es que “pequeños cambios en la acidez del agua pueden producir cambios radicales en la distribución de los
Los autores del trabajo han investigado con robots y buzos el fondo marino de un grupo de surgencias –salidas de masas de agua hacia la superficie–, a una profundidad de 40 metros. Estas se encontraban en el archipiélago de las Columbretas, a 56 kilómetros de distancia de la costa de Castellón. ¿Por qué estudiarlas? En primer lugar, porque “sirven de laboratorio de lo que pasará” por el dióxido de carbono que emiten, explica Cristina Linares, investigadora de la Universidad de Barcelona (UB) y una de las autoras del estudio: “Los valores de PH [acidez] que observamos en las surgencias son de 7,8 o 7,9, muy similares al que se prevé para finales de siglo”. En los alrededores, el PH es del 8,1. Un equipo de científicos de la UB, la Universidad de Girona, el CSIC y la Estación Zoológica Anton Dohrn de Italia ha realizado el trabajo.
Estas profundidades, además, suelen ser la morada de corales y algas calcificadas. Uno de los hábitats “más significativos del Mediterráneo”, por la complejidad de los ecosistemas que alojan, según los autores del trabajo. Múltiples especies de peces y crustáceos, como el mero y la langosta roja “utilizan el hábitat coralino para sobrevivir”, explica Linares.
No es el primer estudio que se publica sobre este tema. Sin embargo, otras investigaciones se centraron en “zonas más superficiales [de entre tres y cinco metros de profundidad] con submarinistas” o entornos de mayor profundidad [más de 150 metros] con robots submarinos, explica Linares. En el caso de su equipo de trabajo, en cambio, sí ha sido posible combinar el uso de “robots para mirar toda la extensión de la zona de surgencias” con el trabajo de buzos para “estudiar más detalladamente las comunidades de lo que permiten los robots”. Ello ha sido factible porque los investigadores cuentan con una prolongada “experiencia en el buceo científico”, relata la científica. La metodología de trabajo consistió en la toma de muestras del terreno alrededor de las surgencias.
Aunque los autores del estudio admiten que es necesario seguir a largo plazo la evolución de los fondos marinos analizados, sus conclusiones son preocupantes. Las algas coralinas no aguantan en un entorno tan ácido. Los corales tampoco. Solo algunas de ellas –la rosa-marina, alga calcificadas con microcristales de aragonita, en lugar de magnesio– permanecen cerca de las surgencias. El lugar de los corales lo ocupan algas de tallo carnoso, como el kelp, que normalmente se encuentran por debajo de los 65 metros de profundidad.
¿Qué consecuencias tienen los hallazgos? Linares explica que el nivel de acidez de las zonas marinas estudiadas es parecido al que tendrán los océanos a final de siglo, si no se reducen las emisiones de dióxido de carbono. Por tanto, la pervivencia de los hábitats coralinos quedará comprometida. Y con ello, “especies de animales que lo usan para sobrevivir” como el mero y la langosta roja quedarán afectadas, explica Linares. Por la misma razón, hay que esperar una repercusión en la economía, en tanto que se espera una disminución en el número de capturas, razona la investigadora. Y es que “pequeños cambios en la acidez del agua pueden producir cambios radicales en la distribución de los
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