Una molécula detiene el crecimiento del cáncer de páncreas en ratones
La sustancia debilita la cubierta de la región tumoral y facilita que lleguen los medicamentos y el sistema inmunitario
EMILIO DE BENITO Madrid 17 JUN 2015
El cáncer de páncreas es uno de los más difíciles de tratar actualmente. Por ejemplo, en 2012 se diagnosticaron algo más de 6.367 casos en España, pero murieron 5.720 personas por esta enfermedad, según los últimos datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Una nueva molécula ha conseguido inhibir el crecimiento de estos tumores en el 100% de los ratones en que se ha probado.
El método de actuación de esta molécula, descubierta por la empresa Oncomatryx, ahonda en un abordaje en el que ha habido ya algunos intentos. Una de las características que hacen que el cáncer de páncreas sea tan difícil de tratar es que está rodeado de una especie de coraza, un tipo de tejido endurecido, el estroma, que dificulta el acceso de los medicamentos. La nueva molécula, explica Laureano Simón, fundador de Oncomatryx, tiene la peculiaridad de está formada por dos partes: un anticuerpo que tiene afinidad por unos receptores de las células del estroma, y una sustancia muy tóxica que solo se libera cuando entra en su destino. De esta manera la potencia destructiva se concentra y no afecta a otros tejidos.
“El estroma forma una especie de cúpula alrededor del tumor, y con la molécula se actúa sobre él de varias maneras. “Los fibroblastos [las células del estroma] van abriendo paso al tumor”, explica Simón, por lo que contribuyen a su crecimiento. “De alguna manera hay una conversación entre las células cancerosas y las del estroma, que con la molécula se interrumpe”, explica. Además, tiene un papel de barrera, que “dificulta que entre la quimioterapia, y también el sistema inmunológico”, añade, lo que protege al tumor de ataques externos e internos.
En el ensayo se obtuvieron dos resultados especialmente importantes. “La molécula por sí sola inhibe el 100% del crecimiento del tumor”, afirma Simón. Pero, como corresponde a un ensayo en oncología con expectativas de llegar a probarse en humanos, no se podía olvidar que ya hay un tratamiento estándar, la gemcitabina, que se usa en estos cánceres. “Al principio funciona muy bien, y tiene el mismo efecto que nuestra molécula, pero en seguida hay recaídas y además es muy tóxico”, explica Simón. Por eso parte del ensayo fue combinar ambos productos. Así, el nuevo compuesto, un candidato a fármaco, ataca el estroma, y permite que el quimioterápico actúe sobre el tumor. “Entonces no solo lo frenamos sino que provocamos su regresión. Su efecto es hasta un 50% mayor que con los tratamientos actuales. Y, lo que es más interesante, es que el efecto se mantiene al suspender el tratamiento”, añade. También es de destacar que si las células del estroma no tienen suficientes receptores para este compuesto, este se excreta sin causar mayores daños –siempre hablando de las pruebas actuales-.
No es de extrañar que en este trabajo haya participado Manuel Hidalgo, jefe de Investigación Clínica en Cáncer Gastrointestinal del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Él mismo publicó en 2011 un trabajo en este sentido, igual que lo presentaron este añoinvestigadores del Vall d’Hebronde Barcelona. Hidalgo ha ensayado el producto en los ratones de su laboratorio. “El perfil del trabajo es un poquito diferente del nuestro”, explica. “La idea de atacar el estroma no es nueva, pero había resultados discordantes sobre si podía tener efectos beneficiosos o contraproducentes” al eliminarse una barrera física para la propagación del cáncer.
De las conclusiones que se han obtenido hasta el momento, él destaca que “eliminar la proteína FAP del estroma favorece el infiltrado del tumor por los linfocitos” del sistema inmunitario.
Actualmente, hablar de inmunología y cáncer es referirse al nuevo “santo grial de la oncología” afirma Hidalgo, donde todo se ha volcado en las inmunoterapias. “El cáncer de páncreas se estaba quedando un poco fuera, pero si se elimina el estroma se favorece que lleguen hasta el cáncer los linfocitos y con ello se permitetratar con anticuerpos”, indica.
Curiosamente, esta vertiente del trabajo quedaba fuera de su visión porque sus ratones son inmunodeficientes, con lo que la respuesta del sistema inmunitario no se podía detectar. “Pero también lo hemos probado en los de Barbacid, que sí son inmunocompetentes”, señala.
Ante estos resultados “tan esperanzadores”, Simón insiste en que los ensayos se han hecho, hasta ahora, en células y ratones. En concreto, en animales a los que se les había trasplantado cáncer humano. El proceso se ha repartido entre varias empresas (la creación del anticuerpo, la del compuesto tóxico, el diseño del enlace entre ambos), pero con el control de la empresa vasca. “Hemos gastado ocho millones de euros; necesitamos 15 millones para la fase I [la que estudia la seguridad en personas]. A partir de ahí tendremos que ponerlo en manos de una farmacéutica, porque para las siguientes fases no podemos llegar”, admite Simón. Este admite en que un trabajo en animales va a tardar en llegar a la clínica. Pero espera que al ser el cáncer de páncreas de tan mal pronóstico y con tan pocas alternativas terapéuticas actualmente las autoridades le concedan algún tipo de sistema de aprobación acelerado. “Si llegamos a esa fase”, matiza.
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