viernes, 22 de mayo de 2009

ANATOMÍA DEL PASADO

Para interpretar nuestro cuerpo debemos examinar la historia que compartimos con todos los seres vivos: desde microorganismos y vermes hasta peces y primates. En el caso del cordón espermático, las gónadas humanas empiezan a desarrollarse de forma similar a las de los tiburones, peces y otros vertebrados.

La formación de las gónadas humanas se produce más arriba, cerca del hígado, por la razón presumible de que es allí donde ocurren las interacciones entre los tejidos que se desarrollan en las gónadas. En los tiburones y peces adultos, las gónadas suelen permanecer cerca del hígado. Mantienen esa configuración ancestral probablemente porque su esperma se desarrolla dentro de la cavidad corporal.

El funcionamiento de los mamíferos difiere del comportamiento de los peces que nos precedieron. Al desarrollarse el feto masculino, las gónadas descienden. En las mujeres, los ovarios bajan desde la zona media del cuerpo para colocarse cerca del útero y de las trompas de Falopio. Semejante desplazamiento asegura que el óvulo no tenga que viajar muy lejos para ser fecundado. En los varones, las gónadas recorren un camino más largo: deben llegar a la bolsa escrotal, extendida desde el cuerpo.
Tal conformación resulta determinante para la producción de un esperma sano. En los mamíferos la cantidad y calidad del esperma dependen de que éste se desarrolle a una temperatura inferior a la del cuerpo. El escroto de los mamíferos corresponde a un saco separado del cuerpo, más caliente, que se eleva y desciende para controlar la temperatura a la que se desarrolla el esperma.
Para que los testículos se localizen en la bolsa escrotal tienen que descender un trecho largo, obligando al cordón espermático a seguir un bucle enerevesado. Desgraciadamente, el bucle provoca en los machos una debilidad en la pared adominal cerca de su terminación. Cuando un fragmento de víscera se insinúa a través de este punto débil, se producen varios tipos de hernias, unas congénitas y otras adquiridas.

Las primeras ocurren cuando algunas piezas del intestino viajan con las gónadas y descienden a través de la pared abdominal; las segundas se desarrollan más tarde. La propensión a adquirir ciertos tipos de hernias refleja, pues, capas de historia humana; nuestro pasado pez y nuestro presente mamífero.

Este análisis evolutivo puede aplicarse a otros desarreglos como el hipo, que puede limitarse a una simple molestia de unos minutos o convertirse en un trastorno que altera la vida durante meses o, en raras ocasiones, años. El hipo lo provoca una contracción del diafragma. El sonido característico de "hip" se produce cuando inspiramos aire de forma repentina mientras se cierra la glotis, la hendidura anterior de la laringe. Todos esos movimientos son involuntarios. Hacemos "hip" sin ninguna intención buscada. El hipo aparece por distintas razones: por comer en exceso o demasiado deprisa y por motivos más graves, como tumores en el área torácica.

El hipo refleja al menos dos fases de nuestra historia: una que compartimos con los peces y otra con los anfibios. De los peces heredamos los nervios principales que controlan la respiración. Dos de ellos, el vago y el frénico, se extienden desde la base del cráneo y cursan a través de la cavidad torácica y el diafragma. El recorrido tortuoso origina problemas: cualquier cosa que interrumpa el camino de los nervios a lo largo de su recorrido afecta a nuestra capacidad para respirar. La irritación de esos nervios puede provocar hipo. Si el cuerpo tuviera un diseño más racional, los nervios no viajarían desde el cuello, sino desde un punto cercano al diafragma. Sin embargo, hemos heredado ese diseño de nuestros antepasados los peces, que cuentan con branquias situadas cerca de la cabeza, no un diafragma más abajo.

El hipo puede haber surgido del pasado que compartimos con los anfibios. Resulta que el patrón de la actividad muscular y nerviosa del hipo se da de forma natural en otros organismos. En concreto, en los renacuajos, que respiran mediante los pulmones y las branquias. Cuando utilizan las branquias se encuentran con un problema: tienen que bombear agua a la boca para después conducirla a través de las branquias, evitando que entre en los pulmones. Inspiran de forma súbita, mientras cierran la glotis para clausurar el tubo respiratorio. En esencia, respiran mediante las branquias usando una forma de hipo.
Hemos pasado varias etapas de nuestro pasado remoto en antiguos océanos, riachuelos y sabanas: no en edificios de oficinas, pistas de esquí o campos de fútbol. Tamaña desconexión entre pasado y presente explica algunos de los desmoronamientos que sufre nuestro cuerpo. Los huesos más importantes de la rodilla, la espalda y la muñeca humana surgieron en criaturas acuáticas hace cientos de millones de años. No sorprende, por tanto, que nos desgarremos los cartílagos de las rodilla y padezcamos dolor de espalda por caminar sobre dos piernas, o desarrollemos el síndrome del túnel carpiano por escribir a mano o en un teclado. Ni los peces ni los anfibios que nos precedieron realizaban semejantes tareas.
NEIL H. SHUBIN Investigación y Ciencia

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