martes, 17 de junio de 2014

España, ante la oportunidad de convertir la ciencia en riqueza

    En la primavera de 1855, el científico inglés Michael Faraday exponía en una conferencia sus experimentos sobre la electricidad y el magnetismo. Entre el público se encontraba el ministro de Hacienda, William Gladstone, que después se convirtió en primer ministro del Reino Unido. Durante la presentación, Gladstone cuestionó al investigador: “Todo esto es bonito, ¿pero alguna vez encontraremos una aplicación práctica?”. Faraday sin dudarlo respondió: “No hay que preocuparse, algún día el Gobierno cobrará impuestos sobre esto”.

    Con esta anécdota, el periodista científico Antonio Calvo soltó un órdago sobre la relación que tienen la ciencia y la economía. “Qué razón tenía Faraday, hoy la electricidad no solo viene bien por los impuestos, sino porque en estos momentos no podíamos dar un solo paso sin ella”, arguyó durante la conferencia “La oportunidad de convertir la ciencia en riqueza”, organizada por la Fundación Botín y EL PAÍS el pasado jueves.


    EL PAÍS
    Que un país genere dinero a través de la investigación científica es una tarea ardua, destacó Guillermo Dorronsoro, decano de la Deusto Business School. Y para lograrlo se deben de involucrar todos los actores: políticos, investigadores, empresarios, toda la sociedad, comentó el director del Instituto de Biomedicina de Sevilla, José López Barneo durante su intervención. El objetivo en común debería de ser el progreso de un país, explicó Ricardo Martí Fluxá, presidente de la empresa de ingeniería aeronáutica española, Industria Turbo Propulsores.
    Para muestra, Dorronsoro, puso un botón: en Alemania, donde la inversión en I+D+i llega casi al 3% del producto interior bruto (PIB), la tasa de paro es del 5,2%, mientras que en España, en donde el gasto en investigación es de 1,3% del PIB, la tasa de desempleo alcanza el 25%. “No hemos apostado por aquello por lo que debemos apostar”, subrayó.
     Ante este señalamiento, Cristina Garmendia Mendizábal, ahora presidenta de Genetrix —firma de soluciones biotecnológicas— y exministra de Ciencia e Innovación entre 2008 y 2011, puso el acento en los logros que ha tenido España. “Hace 15 años emprender en este país era una cuestión de heroicidad. Ahora tenemos calidad en la ciencia”, remachó.

    En España, el gasto en investigación llega solo al 1,3% del PIB. En Alemania, la inversión en I+D+i representa casi el 3% de su economía

    El gasto destinado a I+D+i, sin embargo, ha venido a la baja en el último lustro, después de mantener un ritmo estable de crecimiento entre 2005 y 2009, cuando el presupuesto del Estado para las actividades de investigación casi se duplicó: pasó de 5.018 millones de euros a 9.662 millones. La tendencia cambió bruscamente a partir del 2010, y coincidió con el peor momento de la crisis económica, que venía adentrándose también en el resto de las naciones europeas. A partir de este punto, y hasta el año 2013, se observa que año tras año sigue cayendo y se va debilitando la inversión en I+D+i.
    Para este 2014, el gasto según el presupuesto general del Estado, aumenta un 3,6% y llega hasta los 6.140 millones de euros. Según un análisis de la Confederación de Sociedades Científicas de España, el hecho de que haya un repunte durante este año no debe considerarse como positivo, teniendo en cuenta el fortísimo deterioro acumulado en los años anteriores. “El cambio se muestra como muy insuficiente”, de acuerdo con el estudio.“El cambio se muestra muy insuficiente”, de acuerdo con el estudio. “Un verdadero cambio de rumbo demandaría que en sucesivos años se haga un esfuerzo mucho mayor para mejorar la situación crítica en la que se encuentra nuestro sistema de ciencia e innovación que, no se olvide, sigue basándose más en fondos públicos que en privados”, destaca la Confederación.

    Si el porcentaje del PIB que se destina a I+D+i subiera al 1,7% se produciría un crecimiento económico del 2,3%
    Un país puede alcanzar el éxito económico mientras apueste por una economía fundamentada en el conocimiento y la tecnología, afirmó Dorronsoro. “Un Gobierno que no invierta está condenado a estar en los últimos lugares en el mundo”, explicó Martí Fluxá. Y alertó: para ver los resultados hay que esperar entre 20 y 30 años. Garmendia Mendizábal aportó otro argumento para el debate. Generar riqueza, dijo, no es solo cuestión de más subvenciones. “Es necesario un entorno financiero adecuado. Se requiere capital semilla, más créditos, capital de riesgo”.
    En una época de crisis económica, como la que vive España, en lo último que se piensa es en la ciencia, afirmó el decano de la Deusto Business School. Su lamento no está dirigido solo a los políticos, sino también a la ciudadanía. “La sociedad ha marcado con una línea roja la educación y la sanidad, diciendo: ‘Esto no lo podemos perder’. En la ciencia hay que construir esa línea”, agregó.
    Más I+D e innovación en la economía, unidos a recursos más eficaces, harán más competitiva la economía española, espetó el director del Instituto de Biomedicina de Sevilla durante su intervención. Las cifras lo demuestran: un estudio elaborado por la consultoría PricewaterhouseCoopers (PwC) explica que si el porcentaje del PIB que se destina a I+D+i pasara del 1,3% al 1,7% se generaría una mejora en la competitividad de la industria y se produciría un crecimiento económico del 2,3%.

    Proteger el conocimiento

    En esta colaboración entre mundo de la empresa y el científico es decisivo proteger el conocimiento. De acuerdo con un documento de la Fundación Botín, los científicos están descubriendo la importancia de salvaguardar los descubrimientos conseguidos. Muchos son conscientes de que no se deben publicar los resultados sin antes protegerlos. De hecho, expone la Fundación, las universidades y los centros de investigación están comenzando a contratar especialistas en transferencia de tecnología para evitar que los científicos no divulguen las conclusiones de sus estudios demasiado pronto o que los detallen en el lugar equivocado, cuando aún no están resguardados.
    En España, explica el documento, se ha prestado menos atención a todo lo que es necesario para acreditar los derechos de autoría y se ha dado mucho más valor a la publicación de los resultados. “Ni los científicos ni los empresarios tienen en sus manos prever el futuro, pero sí pueden intentar modelarlo, trabajando juntos y aprovechando las ventajas de esa sinergia”, explica la Fundación. En este camino, se vislumbra la necesidad de contar con profesionales capaces de elaborar un buen proyecto de negocio, con asesores de capital riesgo que sepan identificar los descubrimientos potencialmente rentables.
    Guillermo Dorronsoro, decano de la Deusto Business School, explicó que para convertir los resultados de la ciencia en una fuente redituable de recursos se requiere una fuerte cadena de valor que respalde cada uno de los pasos de una investigación. “De la mano a la protección del conocimiento, entre los factores que más facilitan el desarrollo se encuentra el nivel formativo de los trabajadores y la cooperación con universidades y organismos públicos”, aseguró.
    “En un mundo globalizado, donde la información no tiene barreras, cada vez se hace más evidente la necesidad de garantizar los derechos de quienes con su trabajo han hecho posible un descubrimiento, frente a la explotación del mismo”, destaca el documento de la Fundación. Este proceso representa un cambio importante y abre paso para que las pequeñas empresas de innovación se inspiren y den aliento a la generación de nuevas ideas que puedan usar las grandes empresas.

    “En materia de I+D+i, la industria del país invierte el 0,84% del valor de su producción, mientras que la media europea supera el 1,5%, es decir, casi el doble”, destaca el informe de PwC. Las posibilidades de incrementar el volumen de inversión pasan, entre otras medidas, por atraer uno o más de los centros de innovación que las grandes multinacionales tienen desplegados en otros países, de acuerdo con la consultoría.
    Desgraciadamente, la escasez de recursos presupuestarios no es el único problema que tiene el sistema, detalló Martí Fluxá. “Existen muchos otros que tienen que ver con la estructura y gestión del sistema, como la ejecución de los presupuestos y el cambio educativo en las universidades”, afirmó.
    El empresario consideró que si bien la apuesta de España es crecer en ciencia, antes habría que priorizar los campos de oportunidad. “No podemos ser los mejores en todo”, indicó. En este tenor, Garmendia Mendizábal puso como ejemplo a la industria farmacéutica, que en los últimos años ha sido un motor de crecimiento para la ciencia, pues su contribución al PIB ha alcanzado el 1,3% y ahora constituye el cuarto sector exportador.
    López Barneo comentó que la ciencia no se convierte en riqueza de manera automática. “A pesar de que tenemos a grandes científicos, somos muy poco eficientes en transferir ese conocimiento a las grandes empresas que sean competitivas”, enfatizó. Su apuesta para que la investigación genere mayores recursos se basa en un cambio en la educación en España. “Hay que estimular la originalidad”, expuso el investigador.
    “La tecnología produce riqueza, pero no es fácil”, dijo Martí Fluxá. Para lograr un mayor beneficio económico, comentó el empresario, los resultados de la ciencia deben dejarse en manos de los empresarios. “Hay que saber encauzarlos”, subrayó. “Las ayudas públicas no bastan, pero un mayor apoyo es señal de que los diferentes Gobiernos se toman en serio el progreso de un país”.
    El reto que tiene España por delante es mayúsculo. En menos de seis años, la inversión en I+D+i deberá de representar un 2% del PIB, según los objetivos de la UE para 2020. En la región, cinco son los países que presentan mejores porcentajes de inversión en I+D+i respecto a su PIB: Finlandia, Suecia, Dinamarca, Alemania y Austria. Todos ellos superan a España. El lado opuesto de la tabla está ocupado por Rumanía, Chipre, Bulgaria, Letonia y Eslovaquia, con tasas inferiores al 1% en todos los casos.
    “España ha mantenido una tendencia alcista muy fuerte en inversión en I+D+i los primeros años del siglo XXI. Sin embargo, en el momento en el que la coyuntura económica empeoró, esta tendencia se vio interrumpida de una manera muy evidente”, apuntan las conclusiones de un análisis de la Escuela de Administración de Empresas Business School.
    Una muestra de ello es el recorte en recursos y personal que ha tenido el mayor centro de investigación de España: el CSIC, que genera el 20% de la producción científica del país. Según el Plan de Actuación 2014-2017, la institución ha perdido ya 2.200 puestos y además no hará contratos ni dará becas en dos años. El presupuesto también se ha visto mermado. Pasó de 620 millones de euros en 2012 a 598 al cierre de 2013, lo que implicó una bajada del 3,5%. Adicional a esta hemorragia de recursos, el organismo fue rescatado el año pasado con una inyección extraordinaria del Gobierno de 95 millones de euros.
    Apoyar la investigación genera beneficios evidentes: más empleo y mejores condiciones de vida, comentó López Barneo. “La correlación está clara”, aseguró. En momentos de crisis, la innovación podría ser la única solución para crear riqueza, destacó Dorronsoro. Su tesis es sencilla, pero contundente: “Hay que pensar en el futuro, justo es lo que ahora mismo nos estamos jugando. Hay que ser exigentes y ambiciosos”.

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