viernes, 19 de diciembre de 2014

Los grandes carnívoros reconquistan Europa

Un estudio publicado en ‘Science’ demuestra que los depredadores como osos y lobos comparten su territorio con el hombre


Un lobo en Eslovenia. / MIHA KROEFL.
El instinto, nunca mejor dicho, indica que allí donde avanza la población humana y la urbanización los grandes carnívoros están destinados a desaparecer o, en el mejor de los casos, a quedarse recluidos en espacios naturales controlados. Sin embargo, en Europa ha ocurrido todo lo contrario: los grandes carnívoros han avanzado en las últimas décadas y han conquistado nuevos territorios, que además comparten con densas poblaciones humanas. Esta es la principal conclusión de la más amplia investigación efectuada sobre depredadores en el continente, elaborada por 76 autores de 26 países, que publica esta semana la revista Science.
“Es una sorpresa que hayamos conseguido esto en una Europa llena de gente. Y además este estudio confirma que tenemos las claves para lograr la conservación”, afirma Guillermo Palomero, presidente de laFundación Oso Pardo, que se ocupa del estudio y la conservación de la población de osos en la Cornisa Cantábrica y en los Pirineos. Palomero es uno de los tres españoles que han participado en este trabajo, junto a Juan Carlos Blanco (Proyecto Lobo) y José Vicente López-Bao, de la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad de la Universidad de Oviedo. Este último es el coordinador del estudio junto Guillaume Chapron, de la Universidad Sueca de Ciencias Agrarias.
La investigación, que surge de la Iniciativa Europea de los Grandes Carnívoros –una red de científicos dedicados a estudiar a los depredadores del continente–, analiza la población de osos pardos,lobos, linces boreales y glotones en todos los países europeos, excepto Rusia, Bielorrusia y Ucrania. No incluye al lince ibérico porque en el momento del estudio solo sobrevivía una población muy pequeña en España, aunque acaba de ser reintroducido en Portugal. “No se trata de un hallazgo puntual ya que es un trabajo muy amplio. Es sorprendente y estimulante porque la presencia de grandes carnívoros es siempre problemática, tanto por el espacio que necesitan como por los problemas que derivan de su interacción con seres humanos”, agrega Palomero.
El trabajo publicado en Science establece que la mayoría de las poblaciones de estas cuatro especies “se encuentran en proceso de recuperarse de los niveles extraordinariamente bajos que alcanzaron desde el principio hasta mediados del siglo XX” y que un tercio del territorio europeo (1,5 millones de kilómetros cuadrados) está habitado por al menos una de estas cuatro especies. “Se trata en todos los casos de áreas con una densidad de población humana notable, con paisajes muy modificados y explotados por el hombre y fragmentados por las infraestructuras”, señala el texto de Science. Juan Carlos Blanco, uno de los mayores expertos europeos en lobos, explica: “Durante mucho tiempo se pensaba, sobre todo basándose en un modelo norteamericano de conservación, que solo podían sobrevivir en áreas sin presencia humana. Este estudio demuestra lo contrario. Pueden sobrevivir en lugares habitados si hay un esfuerzo importante de conservación”.
Una osa con sus tres cachorros en Bosnia-Herzegovina. / SASA KUNOVAC
“Parte de este éxito se debe a lo bien que han funcionado algunas políticas europeas de conservación de la biodiversidad y concretamente la directiva Habitats ha sido fundamental”, explica José Vicente López-Bao. “El aumento de las poblaciones de grandes carnívoros ha sido notable y no es lo que esperaríamos viendo lo que ha ocurrido en otras zonas del planeta. El estudio muestra la adaptabilidad de los grandes carnívoros a coexistir con el hombre”, agrega. Juan Carlos Blanco señala por su parte: “El trabajo científico es esencial para la conservación de estos animales”.
La directiva Habitats, aprobada en 1992, impulsa la conservación activa de especies, tanto a través de las subvenciones como de las sanciones para que aquellos estados miembros que no lo cumplan. “Es una directiva que obliga a los países”, explica Juan Carlos Blanco. “La política europea de indemnizaciones, de apoyo a la ganadería que se desarrolla en zonas con grandes carnívoros ha sido esencial”, prosigue Blanco.
La ausencia de conflictos (salvo en los países de la antigua Yugoslavia), la concienciación social, las políticas de la UE o las legislaciones nacionales son otros factores citados por científicos como esenciales para que los europeos del siglo XXI puedan compartir su territorio con animales que parecían pertenecer a otros tiempos y a otros lugares.
La presencia de osos pardos en Europa ha sido establecida en 17.000 ejemplares en 10 poblaciones en 22 países (una misma población puede moverse por diferentes países, el criterio es geográfico y, a veces, genético) con una media de 19 personas por kilómetro cuadrado; los linces boreales en 9.000 ejemplares en 11 poblaciones repartidas en 23 países que ocupan 813.000 kilómetros cuadrados con una media de 22 personas por kilómetro cuadrado y los lobos en 12.000 ejemplares en 10 poblaciones distribuidas por 28 países que ocupan 798.000 kilómetros cuadrados con una media de 37 personas / kilómetro cuadrado. Los glotones –un mamífero parecido al oso, pero más pequeño y muy feroz, denominado wolverine en inglés, como el personaje de los X-Men al que quedaba bastante mejor llamar lobezno que glotón– sólo se localizan en los países nórdicos: existen 1.250 ejemplares en dos poblaciones en tres países que ocupan 248.000 kilómetros con una densidad de población mucho más pequeña: 1,4 personas / kilómetro cuadrado.
La política europea de indemnizaciones, de apoyo a la ganadería que se desarrolla en zonas con grandes carnívoros ha sido esencial"
Resulta imposible establecer una comparativa global con el estado de estas especies en el pasado dado las diferentes formas de estimar sus poblaciones a lo largo del siglo XX (o a la absoluta falta de controles en algunos países) y la diversidad de los territorios estudiados. Pero en muchos casos se trataba de poblaciones al borde de la extinción entre el final de la segunda Guerra Mundial y los setenta, que ahora están recuperadas: de 150 osos en Finlandia se ha pasado a 1.600/1.800 mientras que el lince boreal había desaparecido y ahora hay entre 2.430 y 2.610; de 860 osos en Rumanía se ha pasado a 6.000. El lobo ha pasado de estar casi extinto en muchos países europeos (Suecia, Noruega, Finlandia, Letonia, Lituania, Alemania, Polonia, Austria, Francia, Italia, Suiza) a recolonizar dichos países. En este último caso, hay una única excepción: la población de lobos en Sierra Morena, en Andalucía, que se encuentra al borde de la desaparición: existe una sola manada (unos seis ejemplares) cuando llegó a haber diez y, además, se encuentra aislada del resto de los lobos de la Península (unos 2.000 en España y entre 220 y 435 en Portugal). En el caso del oso pardo, en España hay dos poblaciones, la pirenaica, con poco más de 20 osos censados, y la cantábrica, con entre 195 y 210 ejemplares (28 hembras reproductoras) frente a 60 en el pasado.
La presencia de grandes carnívoros es, sin embargo, muchas veces sinónimo de conflicto, no tanto por los ataques a humanos –muy escasos y sólo se han producido ocasionalmente en el caso de los osos– como, sobre todo, por ataques a la ganadería, lo que genera intensos enfrentamientos entre ganaderos y ecologistas, como ocurre actualmente en las provincias castellanas de Ávila o Segovia. Guillermo Palomero asegura: “Es fundamental poner en marcha sistemas de indemnizaciones. No se puede pensar en abstracto, hay que tener siempre en cuenta a los humanos. Lo importante es ir por delante de los conflictos, que la gente sea consciente de que crean empleo, de que se les puede sacar una rentabilidad. Y trabajar para que afecten a su economía y sus propiedades lo menos posible”.
Los tres investigadores están de acuerdo en que el lobo se lleva la peor parte, frente al oso que suele tener una imagen muy positiva y el apoyo de la población. “La animadversión que provoca el lobo no es comparable con otras especies, se trata de una suerte de competencia ancestral”, explica López-Bao. “No es sólo por los ataques al ganado o a nuestras mascotas, es algo mucho más profundamente enraizado en nuestra historia y cultura”.

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