viernes, 20 de marzo de 2015

Un plan local para salvar el patrimonio natural de la humanidad

Un grupo de investigadores afirma que medidas locales asequibles pueden contrarrestar los efectos del cambio climático global

Flamencos en el humedal de Doñana / HÉCTOR GARRIDO


Las dimensiones del problema que supone el cambio climático pueden llevar al fatalismo. Nada de lo que una persona, o incluso un pequeño Estado, haga a título individual servirá para detener el desastre. Evitar la parálisis que produce ese fatalismo es uno de los motivos por los que un grupo internacional de investigadores ha publicado un artículo en la revista Science en el que se avisa del peligro inminente al que se enfrentan muchos espacios naturales que son Patrimonio de la Humanidad. En él se recalca la posibilidad de actuar a nivel local sin necesidad de inversiones inabarcables para frenar los daños del cambio global.
Los lugares que sirven de ejemplo a los autores son la Selva Amazónica, la Gran Barrera de coral en Australia y Doñana en España. En el último caso, según explica Andrew Green, investigador en la Estación Biológica de Doñana (CSIC), la entrada de nutrientes en el parque por el uso de abonos y aguas residuales combinada con el impacto de la extracción de agua subterránea sobre los aportes de agua son una amenaza para el parque. “En Doñana sabemos que desde 2001 hay una nueva especie de helecho, que es una señal de eutrofización [el enriquecimiento de nutrientes de un sistema], que se explica porque la cantidad de fósforo y fosfato se ha incrementado mucho durante los últimos años”, señala Green. Estas plantas flotantes perjudican a la biodiversidad, poniendo en peligro plantas y animales que vivían en el humedal.
El incremento de la temperatura asociado al cambio climático favorece la expansión de estos helechos y de algunas algas tóxicas, pero aunque puede ser difícil reducir la temperatura media del planeta, hay acciones a nivel local con un gran impacto potencial. Los datos obtenidos por todo el mundo muestran que una reducción de las concentraciones de nutrientes de un tercio puede compensar el efecto del incremento de un grado sobre el riesgo de proliferación de las algas tóxicas.

El dinero no es el factor decisivo

En el cuidado de los entornos naturales el dinero es importante, pero no siempre es el factor decisivo. Los autores del artículo que hoy se publica en Science contraponen dos ejemplos de esta circunstancia. En Brasil “una combinación de intervenciones políticas y acuerdos voluntarios ha ralentizado la deforestación de la Amazonía a un cuarto de su ritmo histórico”, explica Daniel Nepstad, director ejecutivo del Earth Innovation Institute. Ahora, el esfuerzo en ese país se centrará en afianzar ese éxito incrementando el trabajo para reducir la tala y limitar los incendios.
En el otro extremo se presenta la Gran Barrera de Coral de Australia, un país con más recursos económicos que Brasil, pero que, según los investigadores, no está tomando las medidas necesarias para asegurar la conservación de este entorno natural. “Es un desastre que se está produciendo poco a poco. La barrera de coral necesita que se reduzca la contaminación de los vertidos agrícolas y el dragado de puertos, menos emisiones de CO2 de los combustibles fósiles y menos presión sobre la pesca. Irónicamente, Australia sigue planificando la explotación de nuevas minas de carbón y la expansión de puertos de carbón, frente al esfuerzo global para caminar hacia la energía renovable”, apunta Terry Hughes, coautor del artículo.
Green reconoce que los datos que sugieren que este tipo de actuaciones podrían ser útiles en Doñana proceden de investigaciones en otros lugares del planeta. “Falta investigación para saber los costes y cuántas medidas hay que tomar en Doñana, también porque ha habido recortes para hacer seguimientos”, afirma Green. “Se ha dejado de financiar cualquier tipo de seguimiento que no sea de aves, y sería necesario seguir financiando al menos los seguimientos de la situación del agua”, añade. Con este objetivo, la Junta de Andalucía proporcionaba 300.000 euros anuales que se suprimieron.
La Unesco, que incluyó Doñana en su lista de lugares patrimonio de todos los humanos, considera también que el riesgo de deterioro del paraje es elevado. “Las medidas necesarias para paliar estos problemas no son necesariamente caras”, asegura Marten Scheffer, presidente del Departamento de Ecología Acuática y Gestión de la Calidad del Agua de la Universidad de Wageningen, Holanda. “Es más fácil en países ricos que en países pobres, pero tenemos ejemplos como Brasil, que no es uno de los países más ricos y ha logrado éxitos frente a la deforestación en la Amazonía”, añade.
Scheffer también comenta la necesidad de valorar los costes de mantener estos ecosistemas dentro de unos límites de seguridad ecológica razonables y ponerlos frente a las ganancias de actividades económicas que los pueden deteriorar. En el caso de la Gran Barrera de Coral de Australia, el país debería tener en cuenta las consecuencias de dañar la reputación de un entorno que genera 6.000 millones de euros en turismo.
En la Amazonía, se debería valorar además las funciones de este inmenso pulmón como sumidero de dióxido de carbono. Esta misma semana, un artículo en la revista Nature, afirmaba que la cantidad de CO2 devorada por la selva es la mitad que en los 90 y ahora, por primera vez, es menor que las emisiones de los países latinoamericanos.

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